Textos clásicos


Diogo Fernandes Ferreira

Arte da caça de altaneria

Primera Parte

Arte de caçar [de los gavilanes]

Capítulo primero

Que dize qué cosa sea caza, y quién fueron los primeros inventores della

Guillelmo Benedicto, In verbo Venatione, dize es tan propia la caça de los reyes y monarcas del mundo como hazienda suya y como tal la sustentan [fol. 9v] por raçón de su estado, y para govierno della tienen sus caçadores mayores, personas illustríssimas y honbres prácticos en esta ciencia para caçadores de las aves, y las exercitan por pasatienpo justo y saludable, indicio cierto de la milicia. Polión Hebreo en la Vida de Moisés assí lo afirma, y Tulio en el segundo tomo de la Naturaleça de los dioses "haze (dice) la caça los honbres ágiles, fuertes y robustos, despreciadores de regalos". Y Cicerón en sus Tusculanas, hablando della, dice "los lacedemonios con trabajos en la caça corriendo y sudando, con hanbre y sed, davan punto de savor a sus manjares". Es conservadora de la castidad. Muchos autores escriben que Diana, por guardar su pureça y castidad, huyó la conversación de los honbres y se hizo caçadora, por lo qual la gentilidad la tubo por diosa de la caça. Es alivio de cuidados pesados y madre de altos pensamientos, es finalmente un toque en el qual se conoce para quánto sea cada persona. Esta se reparte en dos caças bien diferentes: una de las fieras escondidas en los [montes y] bosques; otra de las aves celestes de rrapiña. De las fieras usaron los primeros honbres del mundo [fol. 10r] como lo testifica la sagrada escritura. Fueron caçadores dellas Caín, Lamech, Meroth, Esaú y Ismael. Los frigios, persas y lacedemonios fueron muy grandes caçadores desta caça. De la de las aves que tratamos fue inventor aquel gran príncipe Ulixes griego, fundador de la ciudad de Lisboa, assí lo refiere Mathías Baña en su Plaça universal, fol. 517. Estas dos caças son diferentes en el modo de caçar. Las fieras se caçan y persiguen con perros, y se matan a hierro y a fuego, incitando a la fiereça y crueldad. La nuestra de las aves es de príncipes, y se haze mui al contrario, con amor, con ingenio, prudencia y sufrimiento; con ingenio tomando los halcones, açores, gavilanes y esmerejones brabos y haciéndolos con amor y prudencia mansos y amigos, que puestos ellos en su livertad se avatan desde las nuves a los señuelos de los señores con muestras de amistad, mostrando que hallan menos sus halagos y regalos [de que bajan deseosos]; con industria, enseñándoles que cacen no solamente aquellas aves que ellos por su naturaleça caçauan antes para cevarse, mas otras muy diferentes en la [fol. 10v] grandeça, como son los garças metidas en las nubes, casi perdidas de vista, las grullas en el aire (aves tan grandes como un honbre) traellas a tierra un tagarote, ave pequeña, y tenerlo hasta ser socorrido, y los cisnes, patas brabas y abutardas rompiendo con su buelo las densas nuves, y los halcones y açores de allá de lo alto trayéndolas pressas y tenerlas agarradas hasta entregarlas a los señores, lo qual hazen por industria del caçador, con invención y arte. Desta caça fueron mui amigos todos los reyes de España. De el rey don Fernando se lee que tenía trecientos halcones: ciento que caçavan grullas, y ciento que eran garceros, y otros ciento altaneros, que es toda volatería. Nuestros reyes y príncipes fueron muy grandes caçadores, y sienpre se ussó generalmente por los nobles deste reino, y tanto que hasta los religiossos, canónigos, tenían açores, y la gente vulgar gavilanes, de los quales entravan cada año en este reyno más de trecientos, y no faltavan, a quien los vendía, conpradores, ni a los señores honbres expertos que los supiessen servir bien. Duró este passatienpo tan justo hasta el tiempo del rey [fol. 11r] don Sevastián, en el qual acavaron todos los señores aficionados a esta caça, y los honbres prácticos en ella y la altanería juntamente con ellos. Y porque no faltan oy señores deseosos de renovar la caça, y que carecen de honbres que en ella les sepan servir, me pareció me corría obligación, así al arte como a la nobleça deste reyno, hazer este tratado, por ser exercicio sin pecado y pasatienpo de príncipes, utilíssimo a la salud del cuerpo y el alma, contrario de la ociosidad, que es madre de regalos, fuente de vicios, principio de todos los males y pecados, por cuya causa los reyes y monarcas del mundo, christianos, bárbaros y gentiles, tienen caça y la sustentan por raçón destado, con grande aparato y gasto, aunque no sean caçadores, por ser arte necessaria en las repúblicas, tanto como las armas y letras humanas, y dan el cargo de caçadores mayores a personas illustríssimas en generación y sangre y señalados en todo género de virtud, diestros en el arte de hazer mal a cavallos, animosos, liverales y prudentes, agudos de ingenio, sufridores de las injurias del tienpo y experimentados en la prática de caça, incansables en el exercicio della para que los prín[fol. 11v]cipes, sus hijos, y los grandes de sus cortes los imiten haziéndose con este varonil pasatienpo duros, y los nobles, sus bassallos y moradores de sus reinos, los sigan haziendo lo mismo y sepan servir a sus reyes en las ocasiones de guerra, porque la caça es demostración verdadera de la milicia, de donde procede que, siendo los honbres caçadores de qualquier género de caça que sea, son cavalleros animossos y duros, desprecian los afeminados, blandos y regalados, y otras cossas que no son deste arte que dexo. No olvidándoseme que el infante don Duarte, hijo del católico rey don Manuel, demás de ser amicíssimo de las letras, y inclinado a mússica, fue grande caçador de las aves y de las fieras, que muchas beces por matar un cierbo o benado, le aconteció andar sin comer todo el día, y muchas noches dormir vestido por raçón de la caça, y siendo reprehendido por un su familiar, respondió que los honbres no podían exercitar bien la guerra si no estavan acostunbrados al trabajo de la caça. Quien quisiere ver la vida deste príncipe lea la Corónica del rey don Manuel, de gloriosa memoria en su vida. [fol. 12r]

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Capítulo segundo

De las de rapiña en general

Aves de rapiña son aquellas que se mantienen de aves vivas que ellas volando caçan para su comida. Destas ay varios géneros y diferentes suertes de plumajes. Las estimadas de los grandes señores son halcones, açores, gavilanes, esmerejones y primillas. Estas son las más limpias y nobles, y dellas usan los príncipes en su caça, las quales se aventajan a todas las aves del cielo en la ligereça del buelo, en el atrevimiento del ánimo y en la fuerça que tienen en las pressas de las manos, en la quales tienen tanta que apretando muchas veces el açor con sus manos la del caçador, por cima del guante, le haze doler el braço sin poder menear los dedos. La naturaleza (que nada hizo sin para qué) crió estas para pasatienpo de los príncipes, para lo qual las dotó y hizo diferentes de todas las demás aves; en los dedos de las manos, de la banda de abajo, les crió nudos nerviossos como verrugas, de la misma color de los dedos, y a cada uno dellos los dio conformes a su tamaño, lo qual hizo por que así tuviessen fuerça para sostener aquellas prisiones [fol. 12v] de que aferrassen y que no se les fuessen. Estas de tal manera tienen aferrada la pressa que toman, que es necessario ingenio y mucha fuerça para quitársela. Estos ñudos que digo sólo los tienen los halcones, açores, esmerejones, primillas y las águilas, las quales se mantienen de aves que ellas por su punta de ala volando en el aire alcançan y prenden, y todas las demás aves carecen dellos. Por lo qual advierto al caçador que fuere a buscar açores a tierras estrañas se acuerde de lo que la naturaleza no se olvidó, porque ya á sucedido algunas beces traer a vender, en lugar de açores, tartarañas y buharros, que de pequeños son muy semejantes en el rostro y plumage, y en las demás faiciones a los açores y sólo en las manos difieren, que carecen de los ñudos que digo, y á sucedido ya aqueste engaño.

Las aves nobles que arriva é dicho se cevan dos beces al día, y sienpre buscan aves de nuebo que comer, y si alguna cossa les sobra por la mañana, no curan de tornar a ella a la tarde, sólo los gavilanes lo hazen algunas veces, que como son aves pequeñas y les sucede caçar perdizes y palomas y les sobra mucha [fol. 13r] comida, y por no tornar a trabajar de nuevo buscando las aves en que se ceben, vuelben a comer las sobras. Las águilas, a quien todas las aves temen, tanbién caçan aves vivas, y como son aves grandes y pesadas y su modo de caçar es diferente, porque estas volando a lo largo no pudieran alcançar ave alguna, y para poderlo hazer, haziendo puntas se levantan hasta ponerse en las nuves, de donde se dejan caer, las alas cerradas, ronpiendo con el pesso de su grandeça la densidad del aire más depriesa que todas las aves, a las que por debajo della passan, y assí hazen su pressa en lo que an de comer; muchas veces yerran el lançe, hurtándoles la prissión el cuerpo, y así engañadas y necesitadas de la hanbre decienden a tomar la liebre y conejo, y a las veces el nuevo corderillo, y muchas veces las an hallado comiendo un perro muerto. Otras aves ay de rapiña como buharros, altaformas, cavisalvas y asoreñas, las quales toman algunas veces aves vivas que comen, mas de ordinario se mantienen de gussanos de la tierra. Los cuerbos y milanos y quebrantagüessos y bueitres tanbién comen aves y se cuentan entre las de rapiña, mas su propio mantenimiento son carniças, [qu’es todo géne[fol. 13v]ro de animales que hallan en los campos muertos]. A estas dejo volviendo a nuestra caça, començando por los gavilanes, yendo de menor a mayor.

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Capítulo tercero

De los gavilanes

Los gavilanes son de las más pequeñas aves de cuerpo de todas las de rapiña, y en la de hermosura dél excenden a todas las demás que se nonbran de rapiña. Tienen las manos largas y delgadas, y los dedos de la mesma hechura. Son lindíssimos, y en las manos de los honbres parecen excelentemente, y luego dan indicio que la naturaleça los crió para príncipes, en quanto moços, se exercitaren en la caça, porque ellos de verano matan los perdigones, codornices y todo género de pajarillos; y de invierno prisiones y aves que dan mucho placer a sus señores. Son muy animosos, muchas veces andando a caça de pajarillos, si se levanta la liebre afierran della. A mi agüelo, andando a caça a pie a los pajarillos, sucedió hallar una liebre, y el gavilán salió a aferrar della, la qual en bez de saltar adelante dio el salto atrás y el caçador la asió por las piernas. Don Juan Luis, andando a caça con un gavilán, tomó con él un conejo. [fol. 14r] Estos se llaman en latín nissos, que quiere decir esforçados. Son previlegiados, que no pagan derechos, ni las aves que con ellos vienen, así lo dice Pedro López en su tratado de halcones. Los plumages destos en general son dos: rubios y blancos. Los rubios lo son mucho algunos, otros no tanto. Tienen pintas variadas por los pechos, muchas de hechura de rayas atravesadas, y son de la color de las que tienen por los pechos, dellas gruessas, otras menudas y en muchas dellas unos como coraçones colgados que les dan mucha graçia. Otros gavilanes ay blancos, otros menos blancos; todos con pintas pardas atravesadas por los pechos, dellas delgadas y otras mayores, con unas manchas hechas a manera de coraçones que son graciosas a la vista. Algunos dellos tienen las plumas del obero blancas, otros las tienen con pintas atravesadas en ellas; estos se tienen por mal acondicionados, mas aviendo caçador no ay en ellos condición, que son aves nobles y quieren ser tratados con regalo, como se dirá en su lugar. Hallando el caçador en que pueda escoger de qualquier plumage, tomara yo el mayor de cuerpo y de más carne, poca pluma, manos largas y enjutas, el çanco corto y gruesso, el rostro largo, la cabeça pequeña, [fol. 14v] ventanas bien abiertas, sobrepico gruesso, descargado de espalda, las alas largas y bien sacadas, la cola abultada. De los plumages tomara el blanco, que fui muy afiçionado a él.

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Capítulo quarto

Dónde se hallan los gabilanes, y cómo se crían por loshombres en el aire

Los gavilanes crían en muchas partes del universo. En Portugal se hallan en Gerez, en la Sierra de Estrella, en la de Luçón, en San Alexo. En Castilla se hallan en muchas partes: en Sierra Morena, en Aroche y junto a Guadalupe; tanbién en toda la Sierra de Ronda ay grande número dellos; sólo de la villa de Ubrique, que es en la misma sierra, vi yo en un año once portugueses cada uno con más de veinte primas. Muchas veces los traen tan pequeños a vender que apenas los conocen los caçadores quáles sean primas o torçuelos. Conocerse an, por pequeños que sean, porque tienen las cabeças mayores y los çancos y manos y los dedos más gordos y largos, y muchos bienen tan pequeños que no pueden levantar la cabeça. A estos se dará de comer con un palillo, del[fol. 15r]gado en la punta, poniéndole en él la carne picada y limpia de los goseçuelos, la qual se les meterá en la voca que abren ellos luego que les tocan en el pico, y el bocado sea que lo pueda él tragar. Trabaxe el caçador quanto fuere posible que no los tomen en la mano, mudarles á la cama a menudo y estén sienpre limpios. En quanto son pequeños se les dé a comer a menudo, quatro o cinco veces al día, en saliendo el sol los pongan a él, y calentando el día a la sombra, que luego muestran ellos si tienen frío pipitando, y si tienen mucho sol abriendo las boquillas. Otros bienen ya bonitos que les apuntan los cañones, tanbién se les dé de comer con el palo dos veces al día. Otros traen que les apuntan las plumas, estos estrañan la gente porque tienen conocimiento [y se acuerdan] de sus padres; se les dará de comer con el palo; estos son los alavados, que vienen criados de los padres; y luego que les apunten las plumas se les dará de comer dos veces al día, quanto ellos quisieren. Algunos traen ya grandes, tomados fuera del nido, a quien llaman rameros; estos se asonbran y huyen del honbre, y muchas veces sucede estar un día [fol. 15v] entero sin comer de brabos; con estos se abrá dándoles de comer con el mismo palo, pero más cumplidamente, llegándole la comida al pico y como tragare el primer bocado luego acude por el segundo; estos tales gabilanes nunca son grandes de cuerpo. Las carnes con que se an de criar los gavilanes desde pequeños sean pajarillos pequeños, tórtolas, pollos y pollas, no se les dé gallinas biejas, que son duras de gastar; los pichones grandes son buenos. Todas las aves del campo son alavadas de limpias, y peladas de pluma y quitados los goseçuelos de las alas y de las piernas y quitado el pico, anse de picar con cuchillo agudo en tabla limpia, huir de cosa que toque a sal, que es su resalgar. Las carnes la mejor es la del conejo, luego la del macho cabrío, el coraçón de baca no es malo y de su carne de la vinça y del mantillo; an de ser las carnes frescas, que teniendo qualquier olor bastará para matar los pajarillos, la qual dentro del papo acrecienta más el mal olor, entristece a los gavilanes y adolescen sin remedio.

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Capítulo quinto

Del arte que se á de tener en el hacer la jaula para traer lospájaros por el camino

La jaula en que an de venir por el camino se hará de [fol. 16r] cañas. Será más larga que cuadrada, a modo de medio pliego de papel, haziéndola del tamaño que pareciere vastante para el número de gavilanes que se an de traer en ella. El usso enseña un modo excelente, qu’es que se hará como la de los pajarillos poniéndole en los lados varas de membrillo, y en ellas metidos unos cañutos de caña por que no se abajen, y en el fondo le pondrán las cañas hendidas que queden bien gruessas. Las puntas se remetarán en las cañas que están puestas a lo largo, que las hendidas an de estar atravesadas y por cima dellas se pondrá un paño de color cosido, y encima á de estar la cama en que ellos an de venir, y á de ser de paja cevadaça, y por los costados toda alrededor, quanta fuere su altura, se cercarán de red hecha de mallas o puntos menudos, y se atará a las cañas de abajo y a las de encima, ligándola por que quede bien recia, y por la parte de arriva se cosserá un lienço de cañamaço que cubra lo descubierto de toda la jaula y los lados, el qual lienço se coserá en las cañas de encima y quedará suelto, que cubra toda la jaula por los lados, y no se á de cosser por la parte de abajo, y basta la red para detener los pájaros que no salgan de la jaula; quedará puerta en [fol. 16v] uno de los lados para que se puedan sacar quando se les diere de comer. Y evitarse á quanto fuere possible traerlos entre las manos, porque ellos quieren tres cosas: mucha limpieça, poco manoseados y bien de comer, de buenas viandas. Por el camino se les mudará la cama cada vez que fuere necessario. Algunos los traen en las jaulas assí como por acá se ussa traer las piedras, en pariuelas, y esto trayendo la jaula dos honbres, mas de qualquier manera á de ser a cuestas, atando un palo por mitad de la jaula, por la parte de encima, y aunque venga a caballo á de traer la carga a cuestas, porque assí vienen más quietos [que en el arçón, o encima del aparejo de la cabalgadura,] porque con los movimientos del passo se desatinan y no comen y enferman, y viniendo por esta orden llegarán buenos a cassa donde los pondrán en su nido. Los lugares más acomodados para que se críen al aire son heredades donde aya árvoles y poca gente, y cerca de algún árbol se les hará su nido, que será un corcho o tabla quadrada de una vara de medir de largo, o conforme el número de gavilanes que ubiere. Esta pondrán levantada del suelo, que quede a los pechos [fol. 17r] puesta de modo que en saliendo el sol la bañe para que gocen los pajarillos dél, y después como se fuere levantando les quede el árbol haziendo sonbra, y si no se hallare árbol que por sí solo pueda hazer estas cossas, que les guarde del calor del sol, ayudarle con algún amparo poniéndole un lienço con que se les haga sonbra, que la calor los maltrata mucho, y así los padres les enraman el nido, y aviendo recio sol los amparan con las alas estendidas. Esto se haze mientras pequeños. El árbol junto al qual se á de hazer el nido no sea granado, que los pajarillos viendo lo vermejo de las ramas y hojas pequeñas las tragan pensando que es carne, y mueren dello de que yo soy buen testigo por averme sucedido. Tanbién se eviten árboles que tengan espinas porque en començando a volar, como no están desenbueltos, dan consigo por los árboles, y siendo de espinas se pueden herir. En este corcho [o tabla] les harán buena cama, y sea bien blanda de hojas de alcornoque o yedra, porque la paja cevadaça no es tan a propósito que las tolleduras que hazen no se esconden en las pajas como en las hojas, y se ensucian y ellos quieren limpieza. [fol. 17v]

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Capítulo sesto

Del modo que se á de guardar en darles de comer en la criança

Quanto fuere posible trabaxe el caçador por darles de comer a todos en breve espacio de tienpo, porque si alguno tardare en gastar su papo, no pienssen que fue el último que comió, que ay peligro en no ayudarle luego, y si ubiere muchos gavilanes, tenga el caçador muchos que le ayuden, para cada uno su corcho, del tamaño de medio pliego de papel, y al que quisiere dar de comer le pondrá el corcho junto, mostrándole la carne, y luego vendrá y se apartará con él encima del corcho, donde los otros no lo vean comer, y luego que aquel aya comido, pueden tomar otro, y deste modo aviendo quien ayude, se les da de comer en breve espacio. La comida por la mañana será a las ocho, y a la tarde a las seis oras. La cantidad o papo vasta que sea a cada uno un gorrión y medio, y de un palomillo de palomar a quatro. Después de averles dado de comer de allí a dos horas, se visitarán que recuerden y metan la comida en el buche, que muchas veces se descuidan con el sueño y recordándolos luego dan al papo y meten la comida en el buche. Y a la tarde, [fol. 18r] antes de darles de comer se visitarán, y hallando alguno con papo lo apartarán de los otros, y si todavía a las oras de comer lo tuviese tan grande que no lo pueda gastar lo echarán fuera, y es cossa fácil de hazer, lo qual se haze tomando la cabeça del pájaro con la mano izquierda, abriéndole con los dedos della la boca, y con la mano derecha se le echará el papo fuera, trayéndolo desde abajo hacia el pico (y esto se hará teniéndolo otra persona derrivado) con arte y brevedad, quanta fuere posible, y sea de manera que no le quede nada, y luego le darán un par de bocadas de agua, y de allí a una ora le darán de un pajarillo caliente bien picado; acostumbraba yo a buscar los golondrinos nuebos, en quanto él estava en aquella agonía, o silgueros, y de la tetilla de una tórtola o de un pollo, y deste modo se governará hasta estar fuera de peligro. Visitarse an los pájarillos de noche a ver si tienen frío, que luego se dexa ver que están pipitando, y se llegan unos a otros, puédeseles poner encima algún cesto o canasta y cubrillos con un paño de modo que no se ahoguen. En amaneciendo se verá si tienen algún papo, y teniéndolo [fol. 18v] lo sacarán de dentro de los otros, porque en rebessando no coman lo rebessado, y si no lo acabare de gastar, se lo echarán fuera como digo, que es el mejor remedio de todos. Este cuidado se tendrá en quanto que ellos no buelan, porque en bolando van a dormir fuera y no tiene el caçador este trabajo y no ay en ellos tanto peligro. Acostumbran, quando ya son bonitos y buelan, ir a dormir fuera de adonde se crían, y vuelven en amaneciendo, y se están allí todo el día. Conviene tener junto del nido dos lebrillos con agua limpia y dulce, que a las veces beben della y se bañan, refrescándola cada día. A la una después del mediodía, el caçador los visitará con un pedaço de carne, tomando los que ya están con pluma en un corcho pequeño y en él lo meterá en el agua hasta que le dé por las piernas y dará con una barilla en el agua para que le salpiquen algunas gotas en el cuerpo y en el rostro; y ellos luego con el fresco se acachan para recivilla, y se bañan como patos, que es gusto verlos, y guardando esta orden, vendrán a ser tales como el caçador desea. Puédensele echar pájaros [fol. 19r] vivos siendo ya grandes, y algunos palominos que buelen, porque así con esta costunbre, quedan más fáciles de hazer. Conocerán los caçadores que están ya descañonados para prender, si tubieren las plumas de la cola enjutas de sangre, entonces los prenderán. Quando son ya muy grandes van a dormir fuera, a veces media legua, y muchas vezes se cevan, y tardan en volver a cassa. A estos tendrá el caçador cuidado de los prender, porque es dinero. Pedro López, en el capítulo en que trata de los gavilanes, dize que son mejores los rameros, entiendo dellos los çahareños, que en aquel tienpo no se devían criar gavilanes en el aire, ni en cassa, que estos que los honbres crían son más domésticos y mejores.

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Capítulo séptimo

De los gabilanes criados en casa, y de la diferencia que ay dellos a los criados en el aire, y cómo se enseñan a cazar

Tanbién se crían gavilanes en casa, porque algunos señores, por verlos en la crianza, lo hazen; [fol. 19v] destos que se crían en cassa, mueren muchos (aunque por los tejados y ventanas de las salas adonde se crían les dé el sol y no les falten buenas viandas y tengan alcándaras puestas por las quales buelen) y la raçón es que como el aire, que es natural suyo, les falta, y no lo goçan perfetamente en cassa como en el canpo, adolecen de morrión, y no tienen tan buena pluma, y son muy tibios, aunque algunos caçadores ubo de opinión que estos son de más fuerça, mas es tan poca la ventaja que en ella puede tener un gavilán a otro que no la siento. Los que se crían en cassa tienen más achaques que los que se crían en el canpo, porque si uno rebesa, comen luego los otros, por lo qual ay más peligro en los de casa, y mueren muchos, y se lisian dando con las alas por las ventanas donde ven claridad; y aunque sean tanbién criados y curados, todavía en la fineça de pluma y más aliento sienpre les hazen ventaja los del campo. En el capítulo passado mostré el tienpo en que se avían de prender, los quales aunque en la criança sean muy mansos, con la prissión se tornan otros de los [fol. 20r] que antes eran, mostrándose ásperos y bravos, porque con el capirote que se les pone, y piuelas en las manos, se muestran tan ofendidos que no quieren comer ni estar en pie; sucediendo esto los pondrán sobre un colchoncillo o en parte que, aunque ellos den vueltas y se estreguen, no quiebren las plumas, que a las veces tienen tanta cólera que si los prenden después de comer rebesan el papo. Esto no es general, porque algunos comen luego y se quietan en la mano y en la alcándara, y como los honbres los an criado, con facilidad se les entregan y amansan con traerlos en la mano de noche y a las madrugadas, y así pierden la brabeça que tomaron con la prisión. Después de comer sin capirote, se llamarán a la mano, con su fiador, y viniendo a ella sin recelo donde quiera que fuere llamado, mostrándole en el guante la carne o pedaço de gallina que sienpre el caçador trairá consigo, o cossa en que desplume, o se le dé en picadas, y no lo dexen de la mano nunca, que no ay cossa que más amigos los haga que traellos sienpre en ella. Después de mansos, queriéndolos cevar, [fol. 20v] les echarán de la mano algunos pajarillos vivos. Suelen algunos dellos ser tan tivios, que se juzgará que no nacieron para apegarsse a cossa viva, mas dándoles hanbre, y desollando la cabeza del pajarillo a quien él vea sangre poniéndolo con él en el suelo, y dejarlo tomar algunas picadas, y assí engolosinado, se lo quitarán de las manos, y luego le mostrarán otro atado con un hilo en el pie. El gavilán viéndolo alear y volar fácil es pegar dél, y así poco a poco se irá cevando desde la tifa hasta la grulla, como allá dicen.

Alonso de Borges, criado del rey, tubo un gavilán que assió de una garza braba y la trajo a tierra, y andubo bolteando con ella a vista de muchas personas. Contando el casso al rey don Sebastián (cuyo criado era el caçador) lo mandó llamar, y le dixo: "No me espanto yo, Alonso Borges, de que el gavilán apegasse en la garza, sino de vos que lo largasteis a ella". Respondió el caçador: "Vuestra Alteça sepa que mi gavilán mata las ánades reales, y salí de cassa con yntento de matar con él un pato de agua, y no [fol. 21r] hallándolo vi la garza, y conociendo el ánimo de mi gavilán, me atreví a ir a ella, y largallo, y si yo no fuera tan pessado y viejo que lo socorriera depriessa, la tragera, porque el gavilán la detubo buen espacio".

Quieren los gavilanes que los traigan en la mano hartos de sol y agua, y de inbierno enjutos, y que estén en cassa caliente, en la alcándora debajo de las manos un paño de color, y duerman sin capirote y sienpre quando se lo pusieren, lo alimpien por de dentro.

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Capítulo octavo

De cómo se treína el gavilán para tomar con él la picaça y cernícalo y demás aves

Todos los caçadores de gavilán comiençan por los pájaros pequeños como ruyseñores y tifillas y de aý a los abadejos blancos y negros y mirlas porque como ellos son muy atrevidos y animosos muchas beces sin treinar bienen a pegar en todo, pero no todos lo hazen por lo qual es necessario acudir a las treínas començando por los pollos pequeños, mostrándoselos en el campo de cerca, yendo de poco a más hasta que [fol. 21v] denodadamente entren en ellas. Cada vez que apegare le darán de comer agasajándolo y regalándolo, dándole coraçón y livianos y entrañas y a roer cosa de que tome gusto. La carne de la molleja es dulce, en esto conocerán ellos que huelga el dueño con lo que él hizo, y a medio comer le pondrán el capirote en la cabeça, y después lo satisfarán de la demás comida necessaria, y al fin de la comida, le darán a desplumar en los encuentros de las aves en que lo treinaron, y poniéndole el capirote en mitad de la comida lo sufren bien porque saben que con él puesto no se les acaba la comida, lo qual sufrirán mal si al fin de la comida se les pusiesse y no le hiziessen más regalos, por lo qual se tendrá esto siempre en la memoria. Entrado ya el gavilán en el pollo, picaça o gaviota o en qualquier otra treína de lexos, se puede ir a buscar con él abe braba assí como martinete y las demás, todavía picado de la hanbre, y hallando el ave a que se aya de lançar, á de procurar el caçador por meter entre sí y el ave algún puesto de matas o piedras o yervas, y como el gavilán en la mano yendo sin capirote, viendo la caça se sa[fol. 22r]cudiere y encrespare y pusiere el rostro en el ave, baje el caçador la mano en que va el gavilán de lo largo de la pierna, el qual se cosse con la tierra, y va a buscar aquel amparo y puesto y de sobresalto da en el ave y muchas veces la afierra antes que se levante, y quando ella lo quiera hazer hallándose el gavilán cerca, fácil es alcançarla y llevarla en la mano, que aquella primera salida del largo de un tiro de piedra, es el gavilán más ligero en el buelo que todas las demás aves. Algunos dellos ay porfiados que volando la tirada trabajan por alcançar el ave, y algunos en la caça de los perdigones lo hazen. Después que los gavilanes andan cevados ban a buscar las picaças en los pinpollos de los árboles, y atravesadas por el aire, y las traen a tierra hasta que el caçador llega, que es placer verlos, porque la picaça es más fuerte y se queja y grita y él la tiene aferrada hasta que lo socorren.

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Capítulo nono

De cómo se enseñan los gavilanes a matar cernícalos en sus agujeros

Por industria de los caçadores entran los [fol. 22v] gavilanes en los agugeros de los cernícalos, y los traen pressas a tierra, y para hazer esto se enseñan, lo qual se haze tomando un cernícalo, de los lagarteros (otros ay que llaman de rama, los quales tanbién los gavilanes matan, [y] después que están acostunbrados a los de los agugeros), a este quebrarán el pico bajo que no pueda morder a el gavilán, y los dedos de las manos, que llamamos los caçadores alcanços [o pressa], y se atarán a los çancos de el cernícalo que no pueda él apretar las manos, y hecho esto trabaje el caçador porque el gauilán entre en él, y si apegare dél, déle de comer buena vianda por debajo del ala del cernícalo, y después de estar acostumbrado a entrar en él, y que lo tenga bien conocido, tomará el caçador un cordel largo, y en él atará el cernícalo con el pico quebrado, y las piernas, porque no arañe al gavilán, y hará meter uno de los cabos del cordel por el agujero de una pared, que en ella quede atravessado, y el cernícalo atado y colgado junto del agujero, hecho esto se quitará el capirote al gavilán ya acostumbrado a entrar en el cernícalo en el suelo [fol. 23r] y apegando en el [que está colgado], mandará el caçador tirar del cordel de la otra parte de la pared, para que el gavilán entre con el cernícalo en el agujero, y assí aferrado lo dexe estar un rato, y tirarán del cordel por aquella parte donde el cernícalo y el gavilán están para que ambos vengan juntos a tierra, y dessollarle an el pecho al cernícalo, y en él le darán de comer al gavilán, dándole sus cañillas y el coraçón y cossas en que el gavilán tome placer. Esto se hará las veces que fuere necesario. Puede el caçador con un cernícalo treinar a el gavilán muchas veces, dándole de comer y metiéndole en la boca la comida, y assí se puede sustentar todo el tiempo que quisieren, no se le quiebren las piernas, que para que esto se evitasse avisse que aten los alcanços en las piernas. Son los gavilanes muy animosos y atrevidos, no dudan apegar en los honbres quando no les dan de comer, que por la comida hazen muchos atrevimientos fuera del que tienen por naturaleza. Estos en la defensa de los hijos quando se los quitan del nido agarran de los honbres, y están [fol. 23v] tan aferrados que se dejan tomar dellos, y desaferrados de los honbres los buelven a acometer de nuebo. Vicente Quemado, hazedor del rey don Juan, en el Algarve, andando a [la] caça de pajarillos con el gavilán, sin capirote, [notó] que se avatió dos veces, la tercera lo largó no conociendo el intento de su gavilán, y luego se cosió con la tierra, y fue donde un halcón estava puesto, qu’era un arbolillo bajo y sin rrama, y lo llevó por la cabeça; viéndose el noble halcón assí aferrado del gavilán, apretó las manos en el palo en que estava puesto, y de tal manera se apegó a él y se enbaraçaron anbos, que llegó Vicente Quemado y tomó el halcón, el qual después tuvo en su poder y fue muy excelente altanero. Al conde de Tentúgal, don Francisco de Mello, vi un esmerejón que matava muy excelentemente las cobujadas, el qual tanbién tomó con otro gavilán que matava los cernícalos. Muchas cossas dicen de los gavilanes en la caça que parecen fábulas por ser muy pequeños. [fol. 24r]

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Capítulo dézimo

De los gavilanes zahareños, en qué se diferencian de los niñegos

Ninguna diferencia veo que aya entre los gavilanes çahareños y niñegos más que en la criança, porque los niñegos son hijos de los honbres y criados por ellos, y no conocen a otros padres, lo que no tienen los zahareños, que son criados en los bosques y por las madres, adonde tienen sus nidos y querencias, y en ellas se están hasta fin de octubre que ya entonces no hallan en aquellas partes pájaros de qué sustentarsse, porque los ruiseñores, tórtolas y mirlas, y otros pájaros de que ellos se mantenían antes se habían pasado a África, entonces constreñidos de la necesidad se salen a los campos, a nuestros gorriones y tordos y çorçales, chorlitos y charlas, los quales vienen de la parte del norte a invernar a nuestra España, donde los tomamos con armadillas, de las quales diremos adelante. Los niñegos son más tivios porque los honbres que los crían no tratan de más que traerlos vivos y bien cubiertos de pluma a los caçadores que los an de conprar, [fol. 24v] por lo qual son olvidadiços. A estos hazen los zahareños ventaja en saver caçar, y quanto tienen de mejora queda de mayor trabajo al caçador en hazerlos domésticos y amigos, porque el mayor enemigo que las aves tienen y a quien más recelan es el honbre, y los ojos dél, del qual forçados an de ser amigos, y esto se haçe con amor, sufrimiento, ingenio y prudencia, trayéndolos en la mano de contino, a las tardes y madrugadas, de noche sin capirote, trayéndole la mano por la cabeça y con una pluma de modo que no se ofenda, trayéndole sienpre en el guante cossas en que tome algunas picadas y roa y desplume, y tales que tome el gusto con ellas, y puesto que refiera esto muchas veces es cossa necessaria a los caçadores tenerlo sienpre en la memoria.

Tenga sienpre de día su capirote en la cabeça porque aunque en la vara sin capirote se muestren mansos, no lo son todos, y a las veces de quebrantados se muestran humildes y ovedientes, los quales volviendo a tomar ánimo sienpre les queda aquel resavio de naturaleça brava, y así conbiene qui[fol. 25r]tarles el sueño, y tornarlos otros de lo que antes eran que le parezca a ellos qu’es otro mundo. Lo que no harán quitándoles la comida, antes con halagos y agasajo, trayéndolos en la mano de contino, llamándolos a ella de cerca con buena vianda y estando mansos treinarlos a menudo en pollos y en ellos bien de comer, porque por la comida afierran hasta de la garça. El marqués de Ferreira, don Francisco de Mello, grande caçador de gavilán (que siempre dellos tenía muchos, assí niñegos como zahareños), los zahareños hazía poner en una alcándara que tenía en su sala, sin capirotes en la cabeça. Este señor passeándosse con una pierna en la mano los conbidava, y si alguno de los zahareños mostrava buena condición, le dava de comer en la alcándara, donde estava, y assí alguno bien acondicionado [lo] amansava, que los muy brabos acababan todos. Y siendo yo moço le oí decir algunas veces: "Herrera, no se á el honbre de cansar mucho con lo que cuesta poco", porque yo algunas veces se los llevava, que los cogía con armadillas, y los que le escapaban procedía con ellos treinándolos a menudo, y decía que ninguna cossa los amansaba más que treinarlos. Cada caçador tiene su opinión, con los [fol. 25v] gavilanes puédese sufrir este modo, que cuestan poco, mas con los açores estrangeros no, que cuestan mucho, y tratándolos assí se mueren enseguida.

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Capítulo onze

Quáles son los mejores gavilanes de nuestra España

De todos los gavilanes españoles se tienen por mejores y más atrevidos los de Sierra Morena, que se hallan en la Sierra de Aroche, y por aquella comarca hasta Facañas, por dos raçones: la una por más tempranos, que los de Gerez y Sierra de Estrella son tardíos; la caussa es ser la tierra más fría, y como los honbres que los crían para vender buscan siempre los más tempranos, [y] no hazen casso de los demás; y demás desto se tienen los de Aroche por mejores de prissiones grandes de invierno de que tenemos esperiencia. La caussa es porque Sierra Morena está muy llena de muchos matorrales, y los pájaros pequeños tienen donde escondersse para que los gavilanes no los tomen, por lo qual acometen a las palomas, tórtolas y perdices, porque como estos son pájaros grandes no se les esconden donde ellos no los asgan [fol. 26r] con las manos. Tras destos se estiman por buenos los de Ronda por ser excelentes de verano para pajarillos. La raçón es que en la Sierra de Ronda, son los altos, rocas y peñascos limpios de matas, y en los bajos y valles della ay grandes arboledas rasas por lo bajo de matas en las quales crían mucho género de pájaros menudos, en ellos se cevan los gavilanes y por ser la tierra muy ancha se cría grande número dellos, y de allí salían cada año para este reyno más de trecientas primas. En cassa de mi padre se criaron en un año más de cinqüenta y cinco gavilanes y siete açores, y ni a estos faltaron compradores ni a los demás, y para todos avía honbres que savían servir a los señores en esta caça de aves, las quales dexo en la Sierra de Aroche y su comarca, y en Ubrique, en la Sierra de Ronda, en Gimena Casares y Castellar donde los hallará quien los quisiere criar.

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Capítulo doze

De los esmerejones y su caza, de la qual pueden usar las princesas en sus galerías

Los esmerejones son de las aves de rapiña [fol. 26v] más pequeñas, en el talle y hechura muy semejantes a los halcones, assí como los gavilanes a los açores. Dellos ay gerifaltes, neblíes, baharíes y sacres. Estos crían en la Noruega y Suebia y en todas aquellas partes donde los halcones. Passan de invierno a estas partes. Son aves ligeríssimas en el vuelo. Todos matan muy bien las cobujadas, ellas son su garça, las quales se hallan en los campos junto a las casserías, ellos las persiguen de tal modo, y a las calandrias, que muchas veces constringen a los miserables pajarillos a entrarse en las cassas y en los poços, y ya se á visto entrarse, con el miedo, en un horno ardiendo. Son muy porfiados en perseguir. Los caçadores prudentes no los larguen no siendo a las cogujadas, las quales viéndose perseguidas y que no pueden escapar volando, se acogen a los caçadores por debajo de los pies de los caballos, que las calandrias y codornices son aves enemigas de gente, o mueren volando o escapan huyendo, y con estas se pierden muchos esmerejones, y no es consejo volallas. Demás de las cobujadas mata los perdigones y per[fol. 27r]dices de invierno. Don Juan Mascareñas tuvo un esmerejón que se tomó en el mar en una nao de la armada de don Juan Faxardo en el año de seiscientos y doçe, el qual mató en un invierno más de doscientas perdices. Pedro López de Ayala dice que don Felipe, hijo del rey de Francia, tuvo uno que le enbió la duquessa de Brabante, que en un invierno mató gran número de perdices. Yo tube uno del señor don Antonio, prior de Crato, que mataba los martinetes, el qual tomé con el búho, y largándolo en compañía de otro lo agarrava muchas veces, y lo llevava en las manos sin atender a la cobujada, por lo qual determiné matar con él los cernícalos. Tube primero un martinete que quité vivo a un gavilán, y le cossí los ojos a media vista, y así lo largué a mi esmerejón, y él lo llebó en las manos como si fuera una cobujada, sin más tentar otra cossa lo largué a brabos, y los mató con mucha admiración de los caçadores.

El señor don Antonio lo estimava en mucho precio, y como ellos son vulliciossos, se me perdió. Era sacre de nación. En esta çiudad [de Lisboa] tuve mu[fol. 27v]cha amistad con el doctor Villafaña, a quien el rey don Felipe segundo dexó en ella (luego que entró a tomar la possesión deste reyno) en confiança de su hacienda y del mismo reyno. El doctor, enfadado por hallarse ausente de la vista de su rey, buscando algún passatienpo honesto para aliviarse de los deseos de la corte y amigos, lo hize caçador de aves mostrándosela por los esmerejones, echándole pájaros sueltos por las salas en que él avitava (que eran en los altos de Santa Catalina, que llaman de la Penada) puestas en las ventanas vedrieras, quedando las salas claras, de manera que no se podían salir por ellas los pájaros, soltávalos y los esmerejones los perseguían de tal modo que les era necessario entrarse por debajo de los pies de la gente. Tanto se entretubo en este passatienpo, que muchas veces me dio las gracias diciendo que no viera nunca ni oyera decir que ubiesse entretenimiento para los grandes tan lejos de peccado como era aquel, y agradóle tanto la caça que enbió a Alemania por açores y halcones. Desta caça pueden usar prin[fol. 28r]cessas en sus galerías con los esmerejones, que son apacibles y no tienen uñas con que puedan ofender las manos. Quieren que los traigan de noche en la mano para amansarlos, y a las madrugadas, y estando manssos llamarlos a la mano y al señuelo.

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Capítulo trece

De cómo amansan oy los portugueses los esmerejones

Los caçadores que oy ay por ahorrar el trabajo de traer los esmerejones de noche en la mano para amansarlos assí, ponen un palo que atan como cuna a modo de las en que echan los niños y pónenla en el apossento donde duermen teniendo una cuerda atada en el mismo palo para, en recordando, tirar della, y los pájaros qu’están puestos en ella no duerman, y así perdido el sueño, se entregen y amansen. Ponen tres o quatro juntos en el dicho palo. Súfrase este modo en los esmerejones por ser de poca valía, lo que yo no haré con ninguna de las otras aves, como queda dicho. Quieren que los ceven en cosas frescas, y son muy olvidadiços, y siendo casso [fol. 28v] que algunas veces se olviden, como si no ubieran nacido para tomar cossa viva (como ya me sucedió alguna vez), abrasse el caçador con ellos mostrándoles los pájaros vivos, que con ellos luego despiertan. Las piuelas que se les pondrán tengan las puntas atadas metidas en una cuenta porque assí se á de largar, y como son aves zahareñas sopessan y huyen con el pájaro que toman, y para valerse el caçador desto tendrá una caña en la mano de dos varas de largo, la qual teniendo el pájaro tomado la pondrá encima, o se la meterá por entre las manos porque queriendo él levantarsse, y huir, no pueda. Acostunbran los caçadores de esmerejones traer sienpre pajarillos vivos, porque muchas veces encierran ellos el pájaro quedando en el aire sin hazer pressa, échesele atado por los pies con una pedreçuela, y así se cobrará con facilidad. Para que los caçadores traigan los pájaros vivos hazen un talego de cañamaço encerado, en una de las bocas se pone una rodaja de palo poco mayor que la palma de la mano, y en el güeco dél andan bien los pajarillos sin ahogarsse, y en [fol. 29r] la otra boca su cordel, de que ande colgado en el arçón de la silla. Quieren los esmerejones traersse en la mano de contino. Governados con buenas viandas, hartos de agua y sol. Son naturalmente buenos caçadores, es caça apacible.

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Capítulo catorce

De las primillas

Las primillas son aves de rapiña velocíssimas en el buelo. Su caça es todo género de paxarillos. Son del cuerpo de los cernícalos, en el talle semejantes a los halcones. La caça destas aves usan los caçadores no largándolas. Tráenlas en la mano izquierda, y en la derecha una caña bien larga y delgada. En la punta, un laço de seda en ella, y por la siesta en grande calma van los caçadores donde aya calandrias y codornices y cobujadas, y viendo el caçador qualquier destos pajarillos levante la mano en que va la primilla, y haga de modo como que quiere volar rodeando la mano para que abra la primilla las alas; la calandria y demás pajarillos, aunque jamás ayan sido perseguidos de la primilla, la temen tanto que en viéndola se esconden y cossen con la tierra, puestos los ojos [fol. 29v] en la primilla, y están tan quietas que consienten les echen el laço al cuello, y teniéndola en esta forma, el caçador menee el pajarillo con la caña para que se levante, ciérrasse el laço y queda el pajarillo ahorcado dél. Es caça de poca ciencia y apacible. Estas primillas crían en este reyno. No vi persona que caçasse con ellas sino Alonsso Borges, criado del rey don Sevastián. Tómanse con el búho, que se abate a él denodadamente. A mí me contaron que estas aves, en compañía de los halcones aletos, matavan las perdices. Amánsanse como los esmerejones, con quien se parecen mucho en el volar.

Edición de Beatriz TOURON TORRADO

Creación / última revisión: 08.06.2012