Textos clásicos
Juan Arias Dávila Portocarrero
Discurso del halcón esmerejón
DISCURSO DEL FALCÓN,
QUE VULGARMENTE SE DICE ESMEREJÓN,
Y EN
QUÉ MODO SE HARÁ GALLINERO
Y PERDIGUERO Y GARCERO.
COMPUESTO
POR
DON JOAN ARIAS DE ÁVILA PUERTO CARRERO,
CONDE DE
PUÑONROSTRO,
DIRIGIDO A DON JOAN FERNÁNDEZ DE VELASCO,
DUQUE
DE FRÍAS Y CONDESTABLE DE CASTILLA.
Soneto de Don Félix Arias Girón,
hijo del Conde de
Puñonrostro
Don Juan Arias de Ávila Puerto Carrero,
en
alabanza de la caza.
Si a tal extremo llega la pintura,
que en una llana tabla un fiel traslado
nos puede persuadir haber llegado
el arte en igualdad a la natura;
Veréis en este libro una figura
por do conoceréis ser un dechado,
que muestra en sus colores figurado
esfuerzo, triunfos, armas y ventura.
La guerra nos conserva en dulce trato;
La paz alaba Cristo por dichosa;
Finalmente la guerra es cosa justa.
Pues mirad si la caza es un retrato
que guarda su vigor en cualquier cosa.
¿Cuan honrado será quien della gusta!
Don Joan Arias, Conde de Puñonrostro,
a Don Joan Fernandez de Velasco,
Duque de Frías y Condestable de Castilla,
suma felicidad.
Cosa es muy propria, no sólo de los grandes señores y Príncipes, como V. E., pero aun de los caballeros y nobles hijosdalgo, que no pueden tanto por mostrar el valor de sus ánimos ser amigos de cosas difíciles, y ocuparse en ejercicios militares, y en algunos que propriamente son retrato de la guerra, como dice Xenofonte, que fue tan excelente capitán loando la caza, que es retrato de la guerra y con mucha razón; porque ansí como en la guerra para vencer al enemigo es necesario velar, madrugar, tomar los pasos, reconocer el sitio y vadear los ríos; así en la caza es necesario lo mismo, porque se ha de considerar la parte donde está el enemigo, y considerar donde puede ir para levantarla más a propósito, y muchas veces conviene pasar ríos para aprovecharse della, y no tener pereza de velar y madrugar, porque de otra manera no seria guardarle su decoro; y así nunca se vio amigo de caza hombre de poco ánimo y de malévolo corazón; el que es magnánimo siempre es amigo de estos ejercicios y de música, que hacen los hombres alegres, sanos y robustos, y quitan de vicios corporales, que no sólo perjudican al alma, pero dañan al cuerpo haciéndose afeminados, viviendo con pereza que es raíz y madre de todos los vicios. Así que para alabar la caza, después de los muchos bienes que se pueden decir della, para echar el sello a todo, basta decir que Santo Tomás, en un tratado que dedicó al Rey de Chipre, le alabó la caza de los halcones; y considerando de cuanta excelencia es el cazar con aves y hacer que unas tomen a otras, no rehusando el trabajo como cosa más honrada, viendo que donde está la mayor dificultad se muestra el mayor valor, trabajaron por domesticar los halcones para tomar con ellos otras aves, según en los libros de cetrería que escribieron se cuenta, en los cuales hicieron mención de los Esmerejones, por ser cierto género de halcón, aunque tan pequeño de cuerpo, como todo el mundo sabe, pero muy grande de ánimo y de velocísimo vuelo, del cual no han dicho la mucha virtud que Dios le dio, y así, por haber yo experimentado alguna parte della, porque V. Ex.a se sirva de mi trabajo, me he dispuesto a hacerle este pequeño servicio, y por tomarlo desde su principio, digo Señor, que en nuestra lengua tenemos un bocablo que es (esmerado), que nace del verbo (esmerar), que quiere decir hacer gran diligencia para acabar una cosa muy bien acabada con gran perfección; y así el que la hace por significar la gran diligencia que pone, dice esmerome en hacer esto, o heme esmerado; y si alguno la manda hacer a un grande maestro, dícele que se esmere en ella, y de aquí nace, como digo, este vocablo (esmerado). El Esmerejón es tan velocísimo en el vuelo y tan animoso que parece haber llegado al punto de lo esmerado en volar, que es lo ultimo, y así dice el vulgo, vuela como un Esmerejón. De manera que, según esto», Esmerejón quiere decir esmerado en el valor y ser animoso. Estos esmerejones o esmerados, dice Francisco Moreno, y otro libro que yo hube en Casa del Infantadgo, que crían donde los neblíes, que es en la alta Alemania, en una comarca que se llama Assuega, y en Noruega y Pruscia, aunque dicen muchos que no se sabe donde crían; pero éste afirma que en las dichas partes, y dice que toman la perdiz, y que vio esmerejón a Don Felipe, hijo del Rey de Francia, Duque de Borgoña y Conde de Flandes, que se le envió el Duque de Brabante, y le decía el Don Felipe que aquel ivierno había tomado doscientas perdices y más. Un Rey, que se llama el Rey Dangios, grande Filipo, escribió un libro desta profesión, y dice que cuando son grandes, gobernándolos como a los otros halcones, y hechos de hombre que sepa, combatirán la garza. De manera que, lo que ellos dejaron de decir para venir a estos efectos, diré yo lo mejor y más breve que pudiere. V. E. reciba la voluntad, la cual siempre estará en continua y perpetua obediencia para servirle.
Capítulo I
De los géneros que hay en los Esmerejones
Algunos dicen que en los esmerejones se hallan neblís, sacres y girifaltes. Otros dicen que no hay girifaltes, sino sacres, y neblis, y alfaneques. Los mejores para la perdiz son los sacres, porque son mayores de cuerpo, tienen las alas y las colas largas, y la cabeza negra y llana encima, el pico pequeño y por la mayor parte tiene el plumaje negro y las pintas gruesas, los dedos delicados, no mudan de color aunque sean mudados como los otros, y por esto con alguna dificultad se conoce cual es el pollo y cual es el mudado cuando no tiene más de una o dos mudas, porque si está bien mudado no le queda pluma, y cuando mucho se halla alguna pluma en el escudete, que con mucha dificultad se puede ver; y si es de dos mudas y está bien mudado, no se hallará y siempre es mejor el pollo, bien que alguna vez los mudados salen buenos, y porque los culpan de no tener tanta seguridad, recatándome desto he procurado hacerlos seguros, aunque dicen algunos cazadores que se han de hacer en poco tiempo dándoles priesa pretendiendo que son olvidadizos, y que si no los hacen presto no son de provecho, porque no quieren ir tras las aves que quieren volar con ellos. Pero lo que yo he experimentado es hacerlos de espacio aposta para que olviden el campo cuando quiero que sean buenos perdigueros, y hago desta manera.
Capítulo II
De cómo se han de hacer los esmerejones perdigueros
El esmerejón perdiguero no ha de ir a las pájaras, porque si fuese a ellas a cada paso dejaría la perdiz cuando fuese tras ella; y para que las olvide conviene que todos los pájaros y pájaras que le dieren a comer sean pelados y sin cabeza y sin pies, porque es el principal pasto que se les ha de dar, y cuando se les diere pluma, que sea de pluma, porque es la mejor de todas; se podrá dar quitando la cabeza y pies y todas las plumas granadas de alas y cola al pájaro, hora sea cogujada, o alondra, o gurrión, porque desta manera no le conocerá, podrá comer del sin conocerle, arrancándole el cazador cada cuarto por sí sin quitarle la pluma, que bien puede sacarse una pechuga entera con su pluma y quebrantar los huesos del alón, que vayan muy menudos porque mejor los pueda llevar, y para esto tenía yo unas turquesas chiquitas que tenían la boca llana, a manera de mordaza, porque de quebrantarlos con la boca mascándolos, si el cazador acierta a tener alguna enfermedad, no siendo hombre tan limpio, es cosa sin duda que se le puede pegar al halcón. También es buena la pluma de algodón dado a comer en pedacicos pequeños del tamaño de un piñón con cáscara, juntamente con la carne mezclados con ella, y porque se le dé la cantidad necesaria y no más será bien; primero que se hagan estos pedacicos, tomar toda la cantidad junta y después repartirla como digo, que ello cuando está en el buche y hecha la digestión, se junta y sale en un pedazo, el cual se deja al arbitrio del cazador, que tan grande será, y a mi me ha parecido siempre que es bien sea del tamaño de la que hace el mismo Esmerejón cuando anda en su libertad; y por no dejar esto confuso pongo aquí la figura y tamaño de la pluma, que es la de margen. El papo que se le diere no sea grande en tal manera, que lo que ha de comer de una vez lo coma en dos. Porque siendo el papo pequeño le gobierna y gasta mejor que siendo grande y comunica más veces con el cazador, y por esta razón se hace más doméstico y seguro; y si no fuese por no tomar tanta pesadumbre, aun diría que se repartiese en tres veces, muy de mañana, y a las doce del mediodía y a la tarde a las cinco. Pero bastan las dos cuando no se quisiese usar de tanta curiosidad, y hase de advertir que, aunque haya echado al buche todo lo del papo, no ha de comer hasta que haya gastado todo lo del buche, y muchos cazadores por no saber tanto o dárseles poco, tiéntanle el papo y métenle el dedo por la hoz y no hacen provecho ninguno al halcón. La buena manera de mirar cuando ha gastado, es menester meter dos dedos por entre las piernas del halcón y tentarle el buche, y allí se vee, tocando con mucha sutileza, si está lleno o vacío o que tanto es lo que tiene, y hallándole vacío que no tenga bulto, puédesele dar a comer seguramente, porque cuando está vacío el buche ninguna cosa hay en el papo.
Capítulo III
Has de procurar qu'el Esmerejón esté el menor tiempo que ser pueda en poder del redero que los toma, porque hay pocos que los den buenas viandas y concertados papos, de donde procede enfermar el Esmerejón, y a mí me ha acontecido por estar el Esmerejón seis días en poder del redero darle tanto corazón de vaca y de carnero, que puesto en mi poder tuve necesidad de purgarle desta manera.
Para purgar un halcón grande, dice un cazador, que se tome de alquitira peso de medio real y otro tanto de azúcar piedra, y de zaragatona la mitad del peso de medio real; esta zaragatona no se ha de moler, y diez alholvas, y azúcar el bulto de un grano de trigo, o dos; de manera que la alquitira y la azúcar se han de moler, y lo demás no, y estos polvos hanse de echar en un cuerecito de gallina pelado, que fácilmente se toma del cuello de la gallina, y dos gotas de agua dentro con los polvos. Pero aun un Esmerejón no se le puede dar tanta cuantidad y bastará darle la cuarta parte de cada cosa destas, la cual tomada se junte todo por la orden dicha y se meta en un pedacico de una tripa de la gallina que se puede bien hacer, y desta manera lavar muy bien la tripa, y sea el pedazo más capaz para esta cuantidad, y cortado por una parte atarle un hilico, como quien hace una morcilla, y meter en ellas las dichas cosas, y metidas atarle otro hilico por junto a ellas, habiéndole echado una gótica de agua, que sea como la cuarta parte de las dos gotas, y atado así el hilo cortar lo que sobrare de la tripa. Pero adviértase que primero que se le dé esta purga se le ha de dar por la mañana corazón de carnero, muy lavado hecho agua, tanto como la mitad de medio corazón, que viene a ser la cuarta parte del estando bien aparado, y a la noche darle la dicha purga, y otro día en la mañana darle medio corazón asimismo muy lavado y hecho agua, y a la noche su pluma, y sería bien que fuese de pluma de gorrión y en tanta cuantidad que lleve la pluma toda de un gorrión, salvo las alas y la cola y toda la del pescuezo, porque así la habrá bien y es más segura que ninguna cosa, y si no hubiere pájaro sea de algodón, pero hásele de dar sin carne y mojada en agua caliente que no queme y del tamaño que tengo dicho, que fácilmente teniendo buena mano el cazador se la puede dar como a los otros halcones; y otro día por la mañana, habiendo hecho la pluma, se le dé otro pedazo de corazón que sea cuanto la cuarta parte de una nuez también muy lavado, y de allí a un buen rato que lo hubiere gastado y le hayan visto tullir, coma de una pierna de pollo; y si fuere posible dalle el agua será totalmente sanarse y dejalle con gran gana de comer, y ansí se podrá hacer, de manera que se pueda cazar con él; porque si no desiste salud, ni hambre, ni cosa buena se sacará de ningún halcón. Y ésta es la más segura purga que se le puede dar, porque las demás gastan y destruyen el ave, y cualquier halcón; y en todas las demás enfermedades se ha de curar como dicen los libros de cetrería, especialmente el que recopiló Don Fadrique de Zúñiga y Soto Mayor, Señor de las Villas de Alconchel, Mirabel y Brantadilla.
Capítulo IV
Cómo se ha de hacer el Esmerejón bueno del capirote, y lo que se ha de hacer para que no se pique las manos
Para que el Esmerejón no se pique las manos con la braveza que recién tomado tiene, es necesario que las pigüelas estén flojas cuanto ser pudiere, de manera que no se salgan del Zanco, y la poloina sea un poquito larga, porque si fuera a picarse pique antes de la pigüela que de su mano, y hásele de despuntar el pico, y un poco las uñas, y no le han de poner cascabeles en aquellos ocho días hasta que se vea estar más doméstico; y para que se amanse mejor, y haga bueno del capirote, es necesario coserle los ojos como se acostumbra, y estando ansí cosidos tomar un capirote que le venga muy holgado, de manera que no le lastime en el pico, porque muchas veces no mirando en esto los hiere el capirote, y es causa de no esperarle bien; y también se ha de mirar que no le lastime en los ojos ni apriete el cogote, y para esto conviene que sea largo y que ciña, de manera que no le pueda echar, y advertir que al tiempo que se le pone, se ha de tomar por la borla, y no tocarle con los dedos en el cogote; tan fácilmente ha de entrar la cabeza por él y mirar que los cerraderos al tiempo que se aprietan o abren no le repelen, porque se escarmentaría mucho, y así quitándole y poniéndole muchas veces el capirote cada día, por espacio de tres o cuatro días, según se viere que va perdiendo las cosquillas se le abrirán los ojos, y acabados de abrir se ruciará con agua clara que no esté muy fría; pero no ha de estar caliente esto porque en el tiempo que los toma el redero siempre hace frió, y si el agua fuese muy fría podríale hacer mucho daño, y si fuese caliente tampoco le haría provecho, y hase de ruciar tanto que se cale y a hora de mediodía, habiendo comido primero muy de mañana buena vianda, y gastado casi todo el papo, que no tenga en él más que el bulto de una avellana, y quitarle y ponerle muchas veces el capirote, a lo cual los cazadores llaman capirotear, y tener una muy buena pluma, como un cuchillo de ala de ganso, que es tiesa y a propósito para amansarle con ella trayéndosela por encima de la cabeza y por todo el cuerpo, y entre las alas y el cuerpo, y entre los zancos y por el rostro, y si fuera a picarla dejalle picar, y así como pique retorcerla, de manera que se desguste, y escarmentado desto no ose picarla: y si al tiempo que la pica pudiere el cazador metérsela dentro de la boca de manera que le escarmiente, como no le haga mal en la lengua, seria muy bueno, y como vaya domesticándose pruebe a tomarle el pico con la mano, y si le fuere a picar no huya la mano, porque si huye darle ha una buena picada; lo que ha de hacer es así como le pica aguijar con el mesmo dedo en el punto que le pica y metérsele en la boca, y meneársele de dentro de manera que le escarmiente, y usar esto muchas veces, y si no dejare de picar, tomar un ajo al más grueso que pueda bien mondado, y al tiempo que va a tomarle el pico lleve el ajo aparejado para que pique en él y quemarse ha con él y con el olor perderá el picar; y también es buena una píldora del tamaño del ajo y mayor que sea de acíbar porque amarga mucho; y también el olor es muy extraño para el ave, y a pocas veces que pique en el ajo o en la píldora no osara picar, y cuando estuviere escarmentado y no picare, torne el cazador a tomarle el pico dulcemente sin enojarle, y use muchas veces esto de tal manera y tan liviana traiga la mano, que el halconcito no se enoje, y sea de manera que parezca le alimpia el pico, como cuando le da de comer, teniendo siempre cuidado de capirotearle, y si cuando le fuere a poner el capirote tirare alguna picada ya siere del capirote aguije con el capirote, de manera que se le meta en la boca a manera de freno, y hágale pesar para que otra vez no se atreva a picar al capirote, y tantas veces como le picare haga lo mesmo, que sabiéndolo hacer con todo lo dicho perderá el picar, y esperará el capirote, pues sabiendo castigar con la discreción y prudencia que se requiere, no solamente aprovecha en los hombres que tienen uso de razón, pero en los locos sin juicio, y en los brutos animales, y todo lo que he dicho de ruciar y capirotear se haga a tercero dia, si hiciere buen tiempo, y si no le hiciere al cuarto día, y después como se vaya enjugando que esté medio enjuto no se capirotee más, porque hasta allí le habrá esperado por ventura bien el capirote, y dejádose tomar el pico, y conviene dejarle con dulzura, puesto su capirote, y acabado de ponérsele, y cerrársele, se le dé luego incontinenti una picada o dos de sainete de enjundia de gallina, y para esto es muy bueno tener un sainete hecho desta manera. Tómese enjundia de gallina, y derrítase en un cacito, y manteca de vacas, y azúcar moreno todo derritido y mezclado la cantidad que bastare de enjundia, y otra tanta de la manteca, y del azúcar tanto como de todo, y guárdese en una cajita que pueda caber en la bolsa de caza, y desto se puede dar todo lo que quisieren sin miedo. Porque no sólo le tomará de buena gana tanto que verná de su propria voluntad a tomar pedacitos de algodón, cuando el cazador le quiera dar la pluma seca, como en su lugar diré, sin ser necesario tomarle el pico pero ponerle ha gana de comer haciéndole tullir y limpiándole el buche y trayéndole en la mano hasta que se acabe de enjugar donde no le dé frió, y cuando esté enjuto del todo, y haya acabado de gastar lo del buche, que como tengo dicho le tenga bien vacío, y que ya serán las cinco horas de la tarde, se le dé un gorrión con pluma por la orden que he dicho se le ha de dar los pájaros, y al poner el capirote le tome por la borla el cazador, y a la mitad del pájaro, o que le falte poco se le ponga, mostrándose primero cerca del rostro como un palmo, y no se le ponga de golpe, sino poco a poco vaya acercándole el capirote, y no tan despacio que se canse de esperar el halcón, y después que haya recibido el capirote acabe de comer y póngase en la alcándara, la cual importa mucho sea de un renuevo de ciruelo, y ninguna cosa puede ser tal como la mesma que en su libertad usan, y ha de tener la corteza, que no ha de ser mondado, porque importa mucho para que no se pique las manos, a cuya causa no le han de poner guante debajo, ni otra cosa, sino sólo el renuevo con su corteza, y tenga su lienzo como se acostumbra poner a los azores y gavilanes, y para que no se rompa la cola siempre he usado ponerles una funda en ella de la manera que los flamencos la ponen a los neblíes cuando los traen a vender a esta Corte, y no se la quito hasta que le tengo capirotero y señolero, a lo menos hasta el día que le comienzo a llamar de rodeo, y cuando le quito la funda métole la cola toda entera en un jarro de agua fría, y está dentro hasta que se cala muy bien, y déjosela enjugar al aire, y ansí queda muy hermosa como si no se hubiese locado; y siempre que ñongo el esmerejón en la alcándara socorro con la mano derecha porque la cola no tope en ella, y continuo traigo muy gran cuidado de conservarla; así que tornando al propósito, cuando haya comido el pájaro, como he dicho, ponerse ha en la vara a descansar del trabajo que se le ha dado aquel día, y puesto se le quitará el capirote a escuras, y quitado se le ponga una candela que le dure tres horas, o lamparilla muy buena que dé luz por espacio de las tres horas, porque con la luz se sacude y se repasa y cura, que le es de gran provecho; y a la mañana entre el cazador con mucho tiento, y cierre la puerta tras sí y váyase derecho a la ventana, y abra tanto que pueda ver desde ella si ha hecho la pluma, y sino la hubiere hecho torne a cerrar y espere a que le haga, y si la hubiere hecho torne a cerrar y váyase para el halcón así a escuras, y guarde no pisar la pluma, y cálcese su guante y desate el halcón y mire que nunca dé dos vueltas, como muchos hacen con la lonja a la alcándara, sino que sin dar ninguna le ate con dos lazadas, y guárdese de dar nudo, y desta manera tome ambas las correas de la lonja una con una mano, y otra con otra, y como tira de la una deshace la una lazada, y con la otra mano la otra lazada, y esto se hace con tanta presteza que no hay que aguardar más de correr la mano izquierda por la lonja adelante, y tomar su halcón con el puño con un roedero, y así a escuras bajará a picar y irse con él a la ventana o tener allí un compañero, que le abra un poquito, de manera que con poca claridad pique del roedero un par de picadas, y le tiente un poquito el pico, como que le limpia, y por la orden que está dicho le ponga el capirote de manera que no se le caiga y le dé una picada de sainete y luego le cierre el capirote y pele en el roedero todo lo que pudiere. De manera que no lleve picada, sino alguna vez, y la que llevare sea chica, y traerle en la mano hasta que sea hora de darle de comer por la orden que tengo dicho.
Capítulo V
Cómo se ha de hacer señalero
Ya he dicho como se ha de hacer manso y capirotero, y como se guardará que no se pique las manos, que es cosa que muchas veces acontece, y que en tomando un poco de costumbre de picarse ningún remedio tiene ahora para hacerle señolero, digo: que ya que espera el capirote, y se deja tomar el pico, que le pongan los cascabeles, los cuales sean un poquito grandecitos, y bien flojas las correas, se comience a llamar al señuelo por la orden que los demás halcones, salvo que el señuelo sea grande y llano, y si tuviere el cazador intento de hacerle garcero, haga un señuelo así: ponga cuatro alas de grulla en el señuelo, puestas por orden, dos de cada parte, una contra otra muy fijas, y sobre ellas ponga los encarnos, y ansí le enseñe a ir al señuelo desde el primer día, y porque si tardarse mucho en venir a este término podría ser se refríase tanto el Esmerejón, que después se viese en trabajo; para encenderle será muy a propósito darle así en el puño a degollar un pollo muy chiquito, que sea muy poco mayor que un tordo, y de manera que no menee las alas, y atadas las piernas, que solamente basta menee la cabeza para que vea ser cosa viva y sea macho, porque tienen cresta, la cual piensan que es carne y acodícianse a irla a picar, y ha de estar quitado un poquito del cuero del pollo junto a la cresta, que descienda por el cogote al pescuezo, a efecto que haya sangre; de manera que la pueda ver el Esmerejón, el cual codiciará el pollo llevándole por este camino, y comerá el pescuezo del, y el corazón, y las picadas de la molleja, abriéndole la tabla sin quitársele de delante: y a tres o cuatro pollos de esta manera conocerá el pollo, el cual siempre sea de un mesmo color, y cuando ansí en la mano le tomare determinadamente, podrásele poner uno que no le hayan hecho sangre ninguna, en la misma mano siempre, y como se vea que con su manecica toma el pescuezo del pollo, déjesele tomar el cazador todas las veces que viere que le echa la mano, aunque sea al primer pollo, ansí como le tenga asido hínquese de rodillas el cazador y póngale en el suelo y déjele con él hasta que le degüelle, y luego le abra la tabla y le dé de comer allí sin levantarle; de manera que vea el esmerejón que come de aquel pollo que él degolló, y le haga mucho placer en él, y al tiempo de levantar levante todo junto el pollo y el esmerejón: y levantados cobre el esmerejón, y téngalo todo junto en su mano izquierda, y límpiele primero el pico y luego póngale el capirote, por el orden que esta dicho, y después le acabe de dar de comer del mesmo pollo, y siempre se advierta entre tanto que no estuviere muy bueno del capirote que se le han de poner a la mitad de la comida, y ruciarle a sus tiempos y capirotearle como al principio de su braveza, y porque el pollo es delicadísimo y hace purgar, y el esmerejón no recibe sustancia: para que no se enflaquezca y esté gordo y hambriento, en lo cual está todo el punto deste negocio; será necesario darle otra vez de comer aquel mismo día, pero siempre con la condición que tengo dicha, que no tenga nada en el buche, tentándole con mucho cuidado por entre las cujas; y la vianda que se le diere, sí fuera posible, sea gorrión, y lo menos que ser pueda coma corazón de carnero porque hinche las aves de calzina: el que fuere de vaca nueva será bueno, y mejor de ternera; pero lo más ordinario han de ser pájaros, palomino bravo nuevo, que aunque vuele bien se puede ver si es nuevo, y palomino duendo que sea de medio cañón y pocas veces una en la semana basta, y que en ninguna manera como lo gordo, mudas las viandas es bueno, un dia o dos una vianda, otros tantos otra; y así variando las viandas y siempre buenas, y las menos veces el corazón, y desta manera gobernándole, que no le den un papo teniendo el buche lleno sino muy vacío; y lo que había de comer en una vez, que lo coma en dos, gastará mejor y no se ahitará y preservarse ha del morrión, que por la mayor parte procede de ahíto, y andará gordo y hambriento, y cuando fuere necesario sufrirá un temple como se le da a un halcón sacre mudado de aire según adelante diré.
Capítulo VI
Cómo se ha de hacer gallinero
Ya que he dicho el modo de dar a conocer el pollo, es bien que se entienda que comenzando por aquel pollo pequeño, con la costumbre de darle pollos ha de venir a tomar la gallina, y ha de ser así, que como tome el pollo determinadamente, el cual siempre se ha de echar atadas las alas y los pies porque dan alazos y coces; escarmentaría yendo creciendo el pollo si así no estuviese atado, de manera que como le tome determinadamente de tres en tres pollos, se puede ir creciendo el pollo y echándosele mayor hasta que venga a ser una grande gallina, y siempre atadas las alas también como los pies; y cuando el cazador viere que ya toma pollo grande, y que va creciendo, y tomando polla, y acercándose a la gallina, así como le viere pegar con ella, socórrale luego porque dan grandes estirones y podriale escarmentar; y con todo esto quiero que sepa el cazador que si quiere hacer alguna fiesta a algún señor, para que se admire de la virtud que Dios puso en una avecica tan pequeña, cuando ya el esmerejón esté tan gallinero, que en oyendo la voz de la gallina se debate o menea en la mano, haciendo muestras de querer ir donde oye la tal voz, puede echarle la gallina sueltas las alas, como si fuese un grande girifalte; pero así como le vee pegar socórrale luego porque no le maltrate la gallina, que quedaría escarmentado: yo hice esta fiesta a un amigo mió, y cuando la gallina le vio levantar del señuelo, habiéndose llamado primero con él, como siempre se acostumbra, al tiempo que el esmerejón vino a pegar con ella, quiso defenderse, y tres veces así a todos los pies arremetió con el esmerejón, y el esmerejón con ella, y cara a cara se encontraron hasta que a la tercera vez pegó con la cabeza, que siempre pegan por allí, y yo socorrí luego y quedé muy contento por haber hecho placer a un amigo; y él espantado de cosa semejante aunque era cazador. El cual (por no dejar deseosos a los que esto leyeren) digo que era Pedro de Pineda, un caballero de Sevilla, muy honrado escribano mayor del Cabildo de aquella ciudad.
Capítulo VII
Cómo se ha de hacer perdiguero
Puesto en el punto que en el capítulo pasado he dicho, quien le quisiere hacer perdiguero, tome una perdiz viva en la mano derecha, atado un fiador a un pie de la perdiz, de manera que no se le salga, y el esmerejón esté en el puño con otro fiador atado a la lonja, como se acostumbra, y haga que otro le quite el capirote, el cual esté a su lado derecho, y así como le quite el capirote, muéstrele la perdiz junto a las manos del esmerejón, y advierta el cazador que ha de tener la perdiz por ambas las piernas, y así como el esmerejón la quiera picar déjala volar, teniendo siempre el fiador que vaya por la mano, y el del esmerejón bien cogido en su ovillo, de manera que no se revuelva con el de la perdiz, y el esmerejón, como viere volar la perdiz saldrá luego tras ella; el cazador viendo que la sigue, como haya volado una docena de pasos poco mas o menos terna el fiador de la perdiz para tenerla que no vuele más, y como el esmerejón peque con ella déjesela degollar y socorra presto a hacelle sangre en el pescuezo, y ábrala por el lado para que pique en la sangre, y coma el corazón della, y saque luego una pierna de la perdiz, y désela encima de la misma perdiz, y como haya comido la tercia parte de la pierna levante todo junto, perdiz y esmerejón, y tómele en el puño, y haga que el compañero que le quitó el capirote le tenga la perdiz junto a las manos del esmerejón, y cuando le haya acabado de dar la pierna, muéstrele la cabeza de la perdiz para que pele en ella, y en comenzando a pelar descogótela, y dele los sesos, de manera que el esmerejón vea que come de la cabeza, y acabado de comer póngale el capirote y dele otro sainete, y a roer del obispillo de la perdiz si fuere posible haciendo pelar algo del, y con esto acabará de cebar y de comer, y si hiciere buen dia que no haga aire aunque haga nublado le puede probar el agua, pero ha de ser cuando tenga medio papo gastado; y si hiciere sol déjele tomar el sol, y cuando le haya tomado se la pruebe, y si gastare tan temprano que no le quede nada en el buche, como he dicho en los pasados capítulos, dele otra vez a comer la otra pierna de la perdiz, un papico moderado con la cuantidad de pluma que el cazador pareciere que podrá hacer, y el día siguiente, lo más de mañana que pudiere, como haya hecho la pluma tómele en la mano, y tráigale en ella hasta que sea hora de darle de comer; y es de advertir que hay cazadores tan perezosos que por no madrugar dicen que el halcón no ha hecho la pluma, hasta que ellos quieren levantarse, y no se les da nada que vaya bien, que vaya mal, como su Señor les pague su salario, y por tanto conviene que el cazador sea inclinado a la caza y amigo della, y que quiera bien al Señor, y que sea hombre de bien, amigo de ganar honra, y cuando le tome por la mañana en la mano, habiendo (como digo) hecho la pluma, primero que le desata de la vara, le muestre el roedero con la voz amorosa, y como meta el pico le desate, y un palmo desviado de la vara le haga saltar en la mano, dele a pelar en el zurrón de la perdiz, y póngale el capirote, y todo esto haga las mañanas que le tomare, y llegada la hora del comer dele señuelo y a degollar una gallina por la orden y socorriéndole como está dicho, y coma de manera que pueda comer a la tarde un gorrión con su pluma, y venido el día siguiente hase de templar como en el siguiente capítulo diré.
Capítulo VIII
Cómo se ha de templar
Estando el esmerejón gobernado por la orden que he dicho, claro es que estará gordo y hambriento y sano, y estando así podrá sufrir el mesmo temple que un sacre mudado de aire, el cual será desta manera. Hase de aparar el corazón de carnero, y la 4.a parte, después de muy bien aparado, se ha de dar lavado en agua caliente que no queme, muy lavado hecho una tripa, y ponerle el capirote y darle pluma, a las tres horas o a las cuatro de la tarde; y si el cazador tiene tan buena mano y está tan diestro en tomarle el pico, se la puede dar seca de algodón mojada subtilmente en agua tibia, y porque la hará muy de mañana, madrugue y tráigale donde le dé aire, y nunca (otra sea con temple o sin él) se llegue a la lumbre, ni a lugares humosos, y llegada la hora de darle su comida, la cual será temprana; porque los halcones que se abezan a comer tarde no tienen gana de comer, hasta la hora que lo tienen de costumbre, y por esto se han de acostumbrar a comer de mañana; dársele ha el segundo traín, y la diferencia que habrá del al primero es, que como en el primero se le mostró la perdiz junto a sus manos y se esperó a que metiese el pico, en este segundo se ha de tomar de la mesma manera la perdiz y el Esmerejón, salvo que se le ha de mostrar bien desviada, todo lo que pudiere desviar el brazo el cazador, y asi como se la mostrare déjela ir y siempre el fiador por la mano, y como viere que el Esmerejón va tras ella no la tenga del fiador sino déjela ir hasta que ella se caiga o la alcance el Esmerejón, el cual no llevará fiador que sola la lonja basta, y como la haya habido a las manos le cebe por la orden del primero traín, y de la mesma manera le gobierne aquel día, y el segundo día hasta el tercero, que le ha de templar como he dicho para darle otro traín el cuarto día, y será el tercero traín, con el cual se volará la brava y hase de hacer como el siguiente capítulo diré.
Capítulo IX
Del tercero y último traín
El tercero y último traín ha de ser así: tomarse ha un canasto pequeño de un palmo en hondo que no tenga asas, y ponerse ha en el campo en la parte que más a propósito sea para atrainar, porque la perdiz volará bien, y póngase boca abajo, de manera que toda la boca asiente en el suelo, y tómese un fiador muy largo, al cabo del cual se hagan dos ramales como pié de gallo, y átense en la boca del canasto. De manera, que estando boca abajo vengan por encima del suelo del canasto, y detrás del canasto estén algunos terrones arrimados a la pared del canasto, enfrente de las partes y lugares donde se ataron los ramales del pié de gallo. De manera que venga el fiador como dicho he por encima del suelo del canasto, y por cima de los dichos terrones, los cuales se ponen para que el canasto no pueda venir hacia atrás cuando se tirare del fiador, y así estribando en ellos levantarse ha el canasto hacia arriba, tanto que la perdiz que ha de estar debajo del pueda salir; y porque el canasto es cosa ligera, para que la perdiz no le pueda levantar ni mover hasta que sea la voluntad del cazador, póngasele encima un terrón o piedra de tanto peso que no pueda la perdiz menearle, y puesto así de manera que el Esmerejón esté pico a viento; ya he dicho que sea muy largo el fiador, tómele del cabo un ayudante, y el cazador esté a caballo y lleve un par de perros muy corteses y muy bien mandados, y vaya por el campo haciendo que busca la perdiz, y el esmerejón vaya sin capirote, y como llegue al compañero que tiene el cabo del fiador, téngase allí y esté quedo hasta que los perros lleguen cerca del canasto, haga tirar el fiador para que se levante el canasto, y así saldrá la perdiz, de manera que parecerá sale sin ser echada de mano; el Esmerejón luego la seguirá, y como sea en buena parte rasa la habrá a las manos, y habida la cebará por la orden que he dicho en los otros traines, y gobernarse ha aquel, día y el siguiente como tengo dicho, dándole señuelo y a degollar otra gallina, y al tercero día templarle de la misma manera, y darle su pluma, y al cuarto día madrugar y ir a buscar la perdiz brava, y procurar que sea buena parte que no haya bocas, ni zarzas, ni donde se pueda esconder, hasta que se haya cebado media docena de veces, y si hubiere gente para poner algunas atalayas, y será muy bueno, y el que iendo tras la perdiz no se metiere dentro de la boca débese tener en gran estima.
Los esmerejones hechos desta manera no se levantan de la herida, ni huyen con la presa, y porque los cazadores que han tratado dellos dicen que son mal sufridos y no esperan lo que conviene, dícenlo porque los han hecho en pocos días y no con el cuidado y solicitud que aquí he escrito, que si los hubieran llevado por este camino no los pusieran en tan mala fama, y para que se hagan seguros de los perros desde el primero día que se rucia la primera vez cuando se trata de amansarle, es necesario que comience y le den a conocer los perros, y siempre que comiere y se ruciare se tenga gran cuidado, ora sea en casa ora en el campo, estén tres o cuatro perros allí debajo del muy corteses y muy dotrinados, como tengo dicho, y cuando se llamare al señuelo que él vaya bien de rodeo, siempre se llame a caballo, y cuando sobre haberle dado señuelo le diere de comer el cazador, tome el otro caballo, y mientras él come ande con el caballo a la redonda, dando con el guante como se suele hacer, y los gritos y las voces ordinarios desde el primero día.
Porque dicen muchos que el ruciarlos les quitan que no tomen el agua. Digo que yo lo he probado y hallo por experiencia que la toman, aunque los hayan ruciado, probándosela con buena sazón, la cual será estando bien atrainado, y bien cebado en buen día como tengo dicho, y advierta el cazador cuando probare la agua, que sea en buena parte, que corra el agua y haya buen entradero, y tenga hondo lo necesario conforme al cuerpo del Esmerejón, y sea arroyo arenoso, y si acertare a tener guijas gruesas tanto será mejor, y si fuere el arroyo alto de paredes que vaya el agua escondida por él porque no vea gente cuando la tomare.
Y siempre lleve fiador largo, porque muchas veces acontece quererse ir por el arroyo adelante buscando otra parte donde tomarla, y no conviene que el cazador le detenga, porque si le detuviese seria escarmentarle haciéndole dar devatidas en la agua, y cuando la haya tomado déjele salir a donde él quisiere, y salido le deje estar un rato, y cuando le viere casi medio enjuto llegue con buen roedero que el esmerejón vea carne en él, y cóbrele procurando llevar el fiador por la mano, y todo esto se puede hacer con mucha dulzura: y para que con más facilidad se cobre adviértase, que desde el primero día que va de rodeo al señuelo, cuando está a la mitad de la comida es muy bien que el cazador le ponga en el suelo y le haga saltar en la mano, comenzado de lo más cerca hasta que poco a poco le haga conocer la mano y venir a ella quince o veinte pasos, y haciendo este ejercicio le acabe de dar el cumplimiento de su ración.
Capítulo X
Para hacerle garcero
Ya que he dicho todo lo necesario para volar perdiz y que los Esmerejones se hagan seguros, será bien echar el sello con lo tocante a volar la garza, pues en principio lo prometí, y dije como se habían de poner en el señuelo cuatro alas de grulla, y si no fueren de grulla sean de garza, y dije que se han de poner fijas la una contra la otra, dos de cada parte, y los encarnes de encina; ahora advierto que se pongan sobre las alas porque tengan más semejanza al vuelo de la garza, y como fuere acostumbrando a ir al señuelo de rodeo y fuere fácilmente, se le vayan achicando los encarnes cada día, hasta que se consuman y no haya encarnos, sino solamente el señuelo con las dichas alas. Ya he dicho que se ha de hacer gallinero, y como cuando ya venga al señuelo sin los encarnos y conozca la gallina, y esté en el punto que ha de estar para echarle el primer traín de la perdiz, echársele han por la misma orden que está dicha dos o tres gallinas, que sean pardas, de la color de la garza, que si las quieren buscar muchas se hallarán, y puédenselas dar a tercero día la suya, y cuando haya tomado la tercera, el día siguiente templarle como está dicho, y tener aparejada la garza y ponerle el vadal que se acostumbra para que no haga daño con el pico, y mostrársela uno o dos pasos cerca, de manera que no pueda levantarse del suelo hasta que abra las alas y la vea con el cuello tendido, y si la tomare téngase apercibida una morcilla que se haga de una polla que sea del mesmo color de la garza, y lo mas encubiertamente que ser pueda, por debajo de la ala de la garza, o escondida entre las manos del cazador, de manera que él piense que degüella la garza y que come della, y le den de comer de la pierna de la gallina, quitándola el escudete, que por ser tan duro a los Esmerejones ni a los neblíes regalados no se da. Gobernándose este día y los otros siguientes, como está dicho en los traines de la perdiz, y templándole a tercero día por aquella orden, y al cuarto día el segundo traín, mostrarle la garza de manera que se levante del suelo un poco, y desviada cosa de seis o ocho pasos y si la toma cebarle como está dicho, y gobernarle de la mesma manera, y al tercero traín, que vaya bien templado como está dicho, mostrarle la garza a quince o veinte pasos, que se levante como un estado de un hombre, y aunque sea medio como la tome en el aire cebarle dándole su morcilla, con las diligencias que he dicho otro día se la puede alzar bien, y más lejos, y tomada puédese echar otro día, descosidos los ojos, que llaman los cazadores despierta, o sin capirote, porque para guardarla por conservarla los ojos se le ponen y atrainan con él, y cuando se le echare la garza despierta esté un halcón maestro a punto para que vaya con él, y sería muy apropósito que fuese neblí, y la garza lleve fiador bueno grande, y el esmerejón y el halcón vayan libres sin lonja, y habiéndola tomado no es necesario que yo diga más lo que se ha de hacer, pues entonces es cosa clara que el esmerejón ha de degollar la garza, y le han de meter en la tabla della y darle poquita garza, el corazón le hará al caso y darle sus cañas, como los cazadores acostumbran, y los otros regalos que ellos suelen hacer cuando están contentos, y este día se procure probar el agua, y si no hubiere tan buena parte en casa, en un buen corral, en un barrenen grande, hecho aposta como los cazadores los mandan hacer para poner en las mudas a los azores, sin falta ninguna tomará el agua, y atrainado, y habiendo tomado la garza con este gusto y contento en compañía de otro halcón. Otro día que será el cuarto día, hechas las diligencias necesarias del temple y las demás, y habiéndole madrugado muy bien, se podrá echar a la brava en compañía de dos neblíes que sean muy buenos maestros y que peguen, o el uno dellos pegue a pocas caídas, y las primeras veces, una o dos, no se eche el esmerejón hasta que los nuestros hayan alcanzado, y después que se haya cebado desta manera un par de veces podrá guiar el esmerejón, y cebado otras dos habiendo guiado se podrá echar a mas altura, y como se fuere cebando, de mano en mano se podrá echar a buena altura, yéndosela aumentando poco a poco, y si al principio no la quisiere tomar enalvardénsela con sus encarnes, como lo suelen hacer los cazadores, cuando un gentil halcón no la quiere tomar, y hagan todas las diligencias que ellos suelen en semejante caso, y no pierdan la esperanza, pues vemos que con solicitud se han hecho, hacen y harán halcones maravillosos garceros, que al principio burlando ni de veras querían la garza, y pues con un halcón grande, fuerte, hermoso, se vee un cazador en tal aprieto, y con la diligencia y constante trabajo viene a salir vitorioso; no nos maravillemos si en los principios en esmerejón siendo una avecica tan pequeña, y la garza tan grande no la quiera, que tal habrá, que luego la tome sin hacerse de rogar, y no porque uno haya menester tanta maestría; para este efecto se ha de pensar que todos han de ser así, pues lo mesmo sucede en los halcones, bien echar el sello con lo tocante a volar la garza, pues en el principio lo prometí, y dije como se habían de poner en el señuelo cuatro alas de grulla, y si no fueren de grulla sean de garza, y dije que se han de poner fijas la una contra la otra, dos de cada parte, y los encarnos de encina; ahora advierto que se pongan sobre las alas porque tengan más semejanza al vuelo de la garza, y como fuere acostumbrando a ir al señuelo de rodeo y fuere fácilmente, se le vayan achicando los encarnos cada día, hasta que se consuman y no haya encarnos, sino solamente el señuelo con las dichas alas. Ya he dicho que se ha de hacer gallinero, y como y cuando ya venga al señuelo sin los encarnos y conozca la gallina, y esté en el punto que ha de estar para echarle el primer traín de la perdiz, echársele han por la misma orden que está dicha dos o tres gallinas, que sean pardas, de la color de la garza, que si las quieren buscar muchas se hallarán, puédenselas dar a tercero día la suya, y cuando haya tomado la tercera, el dia siguiente templarle como está dicho, y tener aparejada la garza y ponerle el vadal que se acostumbra para que no haga daño con el pico, y mostrársela uno o dos pasos cerca, de manera que no pueda levantarse del suelo hasta que abra las alas y la vea con el cuello tendido, y si la tomare téngase apercibida una morcilla que se haga de una polla que sea del mesmo color de la garza, y lo mas encubiertamente que ser pueda, por debajo de la ala de la garza, o escondida entre las manos del cazador, de manera que él piense que degüella la garza y que come della, y le den de comer de la pierna de la gallina, quitándola el escudete, que por ser tan duro a los Esmerejones ni a los neblíes regalados no se da. Gobernándose este día y los otros siguientes, como está dicho en los traines de la perdiz, y templándole a tercero día por aquella orden, y al cuarto día el segundo traín, mostrarle la garza de manera que se levante del suelo un poco, y desviada cosa de seis o ocho pasos y si la toma cebarle como está dicho, y gobernarle de la mesma manera, y al tercero traín, que vaya bien templado como está dicho, mostrarle la garza a quince o veinte pasos, que se levante como un estado de un hombre, y aunque sea medio como la tome en el aire cebarle dándole su morcilla, con las diligencias que he dicho otro día se la puede alzar bien, y más lejos, y tomada puédese echar otro día, descosidos los ojos, que llaman los cazadores despierta, o sin capirote, porque para guardarla por conservarla los ojos se le ponen y atrainan con él, y cuando se le echare la garza despierta esté un halcón maestro a punto para que vaya con él, y sería muy apropósito que fuese neblí, y la garza lleve fiador bueno grande, y el esmerejón y el halcón vayan libres sin lonja, y habiéndola tomado no es necesario que yo diga más lo que se ha de hacer, pues entonces es cosa clara que el esmerejón ha de degollar la garza, y le han de meter en la tabla della y darle poquita garza, el corazón le hará al caso y darle sus cañas, como los cazadores acostumbran, y los otros regalos que ellos suelen hacer cuando están contentos, y este día se procure probar el agua, y si no hubiere tan buena parte en casa, en un buen corral, en un barreñón grande, hecho aposta como los cazadores los mandan hacer para poner en las mudas a los azores, sin falta ninguna tomará el agua, y atrainado, y habiendo tomado la garza con este gusto y contento en compañía de otro halcón. Otro día que será el cuarto día, hechas las diligencias necesarias del temple y las demás, y habiéndola madrugado muy bien, se podrá echar a la brava en compañía de los neblíes que sean muy buenos maestros y que peguen, o el uno dellos peque a pocas caídas, y las primeras veces, una o dos, no se eche el Esmerejón hasta que los maestros hayan alcanzado, y después que se haya cebado desta manera un par de veces podrá guiar el esmerejón, y cebado otras dos habiendo guiado se podrá echar a mas altura, y como se fuere cebando, de mano en mano se podrá echar a buena altura, yéndosela augmentando poco a poco, y si al principio no la quisiere tomar enalvardénsela con sus encarnes, como lo suelen hacer los cazadores, cuando un gentil halcón no la quiere tomar, y hagan todas las diligencias que ellos suelen en semejante caso, y no pierdan la esperanza, pues vemos que con solicitud se han hecho, hacen y harán halcones maravillosos garceros, que al principio burlando ni de veras querían la garza, y pues con un halcón grande, fuerte, hermoso, se vee un cazador en tal aprieto, y con la diligencia y constante trabajo vienes a salir vitorioso; no nos maravillemos si en los principios un esmerejón siendo una avecica tan pequeña, y la garza tan grande no la quiera, que tal habrá, que luego la tome sin hacerse de rogar, y no porque uno haya menester tanta maestría; para este efecto se ha de pensar que todos han de ser así, pues lo mesmo sucede en los halcones, y pues toma la gallina teniendo la pluma áspera y la voz espantable y áspera, de tener, y tan contra su natural, más razón es que tome la garza que tiene todo lo contrario, y para que con mas facilidad venga el esmerejón a la garza, de gran importancia seria comenzar por martinetes pudiéndolos haber.
También la garzota tengo por cosa cierta la matarán Esmerejones, si cuando están hechos gallineros les dan dos o tres gallinas blancas.
Capítulo XI
De la muda
En lo que toca a la muda, lo que hay que decir es que no se mude suelto en cámara, porque no mudará bien, y hay un inconveniente grande, y es que no se puede tomar en la mano cada día; por lo cual si le da alguna enfermedad, el cazador no lo puede saber, y no pudiéndole curar corre peligro de muerte, y así conviene mudarle como los otros halcones, que se mudan de dia sobre céspedes, y su almohadilla de lienzo liena de salvado, y regándola juntamente con los céspedes, como los cazadores acostumbran, y de noche en su vara, a la mañana en siendo de día sacarlos al fresco, basta que les dé un poco de sol cuando sale cosa de un cuarto de hora, y que estén en parte que les pueda dar el cierzo, y en todo lo demás de su gobierno como tengo dicho, véanse los dichos libros, y principalmente el de Fadrique de Zúñiga.
Yo quisiera saber más y acertar a escribir de manera que diera el gusto que yo deseo, y así se puede creer hecho lo que he podido y con esto me parece que quedo disculpado, y aun se me antoja merezco algunas gracias, por sacar mis flaquezas a donde las juzgue el que esto el leyere como le pareciere, sin tener consideración o que V. E. me lo ha mandado estando yo obligado a obedecerle y servirle. Dios guarde a V. E. con la prosperidad que sus servidores deseamos.
FIN DEL DISCURSO
José Manuel Fradejas Rueda
Creación / última revisión: 05.12.2015