Textos clásicos


Juan de Sahagún

Libro de las aves que cazan

Introducción

Durante el segundo cuarto del siglo XV, en el reinado de Juan II de Castilla, sale de la pluma de un halconero la primera obra de un profesional español de la caza1. Todos los autores castellanos anteriores –Juan Manuel y Pero López de Ayala– y los que le seguirán –Evangelista, Juan Vallés, Fadrique de Zúñiga y Luis Zapata– son aficionados a la caza que dedicaron parte de su tiempo a escribir un libro sobre la materia.

Se trata de Juan de Sahagún, halconero de Juan II de Castilla, y su Libro de las aves que cazan o Libro de cetrería, que se ha conservado en cuatro manuscritos: 138 de la Beinecke Rare Book and Manuscript Library (Yale University), del siglo XV; ms 17 de la Biblioteca Statale de Mercogliano (Italia), 2970 del siglo XVI y 3350 del siglo XVII, ambos en la Biblioteca Nacional de España2 (véase el subapartado Bibliografía). Este último fue editado por José Gutiérrez de la Vega en 1885 con poca fortuna3. Poco después de la primera edición, Francisco de Uhagón4 mostró que Sahagún copiaba la obra de López de Ayala y por ello lo tildó de plagiario, afirmación que se mantendrá hasta nuestros días y será aplicada a casi todos los autores cetreros, incluido el mismísimo López de Ayala.

Sahagún copió, en efecto, de la obra del Canciller, pero no es la única que utilizó. Al final del libro Sahagún confiesa, como la mayoría de los autores desde Pero López, de quiénes ha tomado sus datos:

En el qual libro non entiendo escrivir cosa ninguna de mi entendimiento nin de mi poco saber, mas lo que Dios me administrare, e fallé escripto en estos libros que se siguen: el libro del rey nuestro señor. E el libro del rey Balarte. E el libro de maestre Guillen, fijo de Rojel Napolitano. E el libro de Ypocras el filósofo. El libro de Danchis. E el libro de Aransante, fijo del rey Galiziano. E el libro de Mahomad natural de la çibdad de Fez. E el libro de Menino de Portogal. E el libro de don Felipo de Orries, rico onbre de Aragón. E el libro de Pero Lópes de Ayala. (fol. 80v)

Algunos de los libros utilizados por Sahagún para componer su Libro de cetrería no se han podido identificadar, pero otros sí5.

La obra de Sahagún está compuesta por tres tratados con 22, 45 y 53 capítulos respectivamente. En el primero se ocupa de los aspectos ornitológicos y, así, en los ocho primeros capítulos describe los halcones (neblíes, baharíes sardos, baharí tagarote, sacres, gerifaltes, borníes, alfaneques y bastardos) para en los capítulos 17-19 tratar de los azores, gavilanes y esmerejones, y en el 20 exponer sus conocimientos sobre las migraciones. En los capítulos 9-16 se preocupa de los aspectos cinegéticos para cada uno de los halcones descritos en los capítulos 1-8. El régimen higiénico (mudas e injerto de plumas) ocupa los dos últimos capítulos de este primer libro, aunque lo finaliza con indicaciones de cómo librarse de las águilas. En la confección del primer tratado ha seguido el esquema de López de Ayala: ornitología, cinegética, régimen higiénico.

El resto de la obra, tratados segundo y tercero, los dedicó a los aspectos veterinarios, los más extensos de la obra. Puesto que el otro gran modelo de Sahagún fue el Libro de los animales que cazan, en el segundo tratado explica únicamente las enfermedades internas, mientras que en el tercero los males externos y los accidentes. Se inicia el segundo libro con una especie de tabla en la que se adelantan los síntomas de las enfermedades que pueden padecer las aves, tabla que encontrábamos al final del libro primero del Libro de los animales que cazan (I.13). Al final de este segundo tratado y tras el explicit del mismo («Aquí se acaba el segundo tractado que fabla primeramente de las melezinas en que ha quarenta e çinco capítulos», fol. 54v) inserta otra tabla en la que diecisiete rúbricas ofrecen una sintomatología basada en el aspecto de las deyecciones (tulliduras) de las aves, sintomatología que se encuentra en el Libro de los animales que cazan (I.14). El tercer libro finaliza con una larga lista de medicamentos precedida de la aclaración:

Otrosí, deve de andar aperçebido el caçador de traer consigo melezinas para sus falcones, las quales melezinas son estas primeramente (fol. 77).

Tras la larga lista (fols. 77-79) incluye otra, basada en López de Ayala, en la que se recogen «Las cosas que al caçador son neçesarias para traer cada día» (fol. 79) que, además de medicinas, debe incluir, entre otros elementos necesarios, agujas para injertar plumas, capirotes, lonjas e incluso:

un pedaço de cuero de perro para fazer pihuelas que, a las vezes, acaesçe roerlas el falcón en un punto, o ser duras las que trae, o por ser cortas por muchas maneras que acaesçe, es bueno sienpre traer ome consigo un pedaço de cuero (fol. 79v).

Tras esta recomendación final, incluye una receta para preparar el cuero para hacer las pihuelas de piel de perro y otra para usar «cuero de gato, o de cabrito, o de corço» (fol. 80).

Cierra la obra con «Las propiedades de las medeçinas ya dichas» (fols. 81-87v), lo que no queda muy claro es si estas propiedades se deben a Sahagún o al glosador, Beltrán de la Cueva, aunque si hacemos caso a lo que dice de la Cueva en la glosa introductoria «E mando sacar su señoría en este dicho libro las propiedades de las medeçinas» (fol. 1v), hay que atribuirlas al glosador.

Aparte de los conocimientos y lecturas cetreras, Juan de Sahagún debió de tener una cierta cultura como lo muestra la remisión al Regimiento de los prínçipes y al Propietario (De propietatibus rerum), obras en las que

dizen los philósophos que si quieres tener una bestia sea cavallo, si un can sea lebrel, e si un falcón sea sacre (I. 4).

Juan de Sahagún, que insertó numerosos datos autobiográficos en su libro, debió de pertenecer a una familia de cierta posición dentro de la corte, como lo demuestra que su tío, Juan Núñez de Villasán, fuera alguacil mayor de Castilla y favorito del rey Enrique III. Hace desfilar por sus páginas nobles de su época (Martín Fernández Puertocarrero (I. 16), Pero Carrillo de Huete (I. 19), Mendoça, señor de Almazán (I. 20), Alfonso Enríquez, almirante de Castilla (I. 21)), y cazadores (Juan Alfonso de Murcia (I. 3), Diego Castro (I. 20), Juan Fernández de Toledo (I. 20)); incluso sabemos, por primera vez, el nombre de un redero Martín Pérez (I. 20).

En el prólogo, en el que como es usual explica los motivos por los cuales compuso su obra, todos ellos tópicos en estos libros, presenta unas sucintas notas sobre la historia de los orígenes y transmisión de la cetrería y de sus libros:

Por ende, un rey Nino, que fue rey de Siria e señor de Nínibe, por fazer exerçiçio e guardarse de pecar, fue el primero que caçó con aves. E yo vi un pequeño libro fecho de su mano que los primeros que usaron d’esta arte reyes fueron ellos, e lo mostraron a sus donzales e a sus criados.

No se puede afirmar que Nino, fundador de Asiria según Ktesias, fuera «el primero que caçó con aves»6.

Arriba

Glosas Beltrán de la Cueva

El Libro de las aves que cazan fue glosado por orden de Beltrán de la Cueva, primer duque de Alburquerque y favorito de Enrique IV, quien hizo:

escrivir [...] las espiriençias que en los falcones de su señoría espirimentó, añadiendo y amenguando por glosas en los capítulos del dicho libro de Johan de Santfagún las dichas espiriençias (fol. 1v).

Es la primera labor crítica en la literatura cetrera española, pues estas glosas muestran lo que, a la luz de la experiencia, parece erróneo y peligroso para las aves de caza:

nada d’estas cosas dichas en el capítulo yo non daría a mí falcón porque son cosas muy calientes, exçesivas en calor, y los buches de los falcones son muy calientes (Glosa a II, 33)

incluso con sentido del humor:

esta fiebre algunas vezes mandé a mis físicos que le catasen el pulso y nunca gelo fallaron. Yo me remito que cada uno guarde bien su borrico, que si le matas no sabemos si bevirá tu alcón y serán dos pérdidas (Glosa a II. 41).

No todas las glosas son para rechazar lo que dice Sahagún, pues en numerosas ocasiones confirma lo dicho, pero matizándolo:

Este toçino que dize en pedaços acostunbro yo dar rallado con cuchillo o con rallo de fierro. Y después, así rallado el toçino, lavallo en nueve aguas frías e claras e que torne como manteca, e déngelo a comer en la carne que ovieren de dar, que sea de polla tierna, porque de la sequedat está flaco y tiene el buche flaco ha menester comer carne delgada que puedan gastar que sea tenplada e úmedo (Glosa a II. 31).

A veces, aunque no tenga nada que decir puesto que sus aves nunca padecieron alguna enfermedad, no se resiste a introducir algún comentario:

D’este dolor nunca mis falconeros me lo supieron dezir, pero si estas vahadas an de aprovechar serían buenas de vino tinto e cominos y asenxos, y creo que le aprovecharían (Glosa a II. 35).

D’este mal nunca me adoleçió halcón. Éstas del capítulo deven ser buenas melezinas, acreçentarle ía yo çumo de inojo fecho a xarabe en miel rosada, echarle en el ojo gotas d’ello (Glosa a III. 3).

Esta dolençia nunca aconteçió a alcón mio. Paresçerme ía que si él tiene el pico descoyuntado, que podrá mal tirar con él de la pierna de gallina nin del ala. Çumo de salvia7 buelto con miel, puesto allí las más vezes que podieres al día, le será provechoso (Glosa a III. 9).

En ocasiones no se queda en la mera crítica y reseña de sus experiencias e introduce largas glosas en las que expone con todo detalle su práctica cetrera. La glosa que destaca en este sentido es la del capítulo nueve del primer tratado, en la que explica, minuciosamente, cómo manda hacer sus neblíes.

Esta crítica sigue las mismas pautas que todo el género cetrero. No se limita a ofrecer la doctrina, la teórica, sino que también se permite incluir anécdotas que aligeran la exposición y muestran que era un rico señor que se podía permitir obtener las aves de cetrería dentro de sus dominios:

En tierra de la mi villa de Ledesma tengo un monte que se llama La Cabeza de do me traen [neblís] pollos negros e lo alvo, alvo. Nunca de allí tuve mal halcón. A mí me truxeron de allí un neblí pollo, como dicho he, día de Sant Miguel, e [traía] las çerillas en el pico e las tolleduras en la overa del nido. Maté con él dende a quinze días que me lo traxeron milano bravo, desde uno fasta en veinte e ocho que nunca me herró milano (Glosa a I. 1).

e incluso deja entrever alguna que otra nota social:

Estos bornís es buen linaje de alcones porque son poco costosos para los hidalgos que no pueden caçar con otras aves y aun ayúdales a la costa de la carne (Glosa a I. 6)8.

Estas glosas se debieron de escribir con posterioridad a 1474, año en que Enrique IV concedió a don Beltrán el condado de Huelma, ya que con este título se presenta en la glosa introductoria, aunque, quizá, sea una enmienda posterior ya que el testimonio más antiguo (Beinecke Rare Book and Manuscript Library, ms. 138) es copia de otro anterior9. Sin embargo, el que estas glosas no pueden ser anteriores a 1472 lo confirma la mención que hace del Duque de Alba, pues dicho ducado no comenzó a existir hasta 1472, cuando Enrique IV se lo concedió a García Álvarez de Toledo, primer Duque de Alba.

Emilio Lafuente Alcántara y Pascual de Gayangos10, en su edición del Libro de la caza de las aves de Pero López de Ayala, atribuyeron a Beltrán de la Cueva una serie de glosas compuestas para la obra del Canciller, y que de Gayangos no podía determinar de dónde las había conseguido Lafuente Alcántara, pero sí afirmar que eran diferentes de las puestas a la obra de Sahagún11. Años más tarde José Gutiérrez de la Vega12 demostró que la veintena de glosas publicadas en 1869 no eran sino el traslado y asignación a la obra de Pero López de Ayala de aquellas glosas puestas por Beltrán de la Cueva al Libro de las aves que cazan de Juan de Sahagún y cuyo contenido se correspondía entre ambas obras:

El sacre querríale yo largo de alas y de cola, el pescuezo grueso, los ojos enconados13, el pico pequeño y derecho, y que comiese de la manera que ya he dicho en el capítulo ii, desalado como burniniego, y estos tales he fecho marauillosos milaneros14 El sacre querríale yo largo de alas y de cola, el pescueço gruesso, los ojos encobados, el pico pequeño y derecho, y que comiese de la mano que ya he dicho en el capítulo segundo, desalado como burniniego, e d’estos tales he fecho maravillosos milaneros (Glosa a I. 5)

Arriba


1 En Portugal desde el siglo XIV los libros de caza ya eran cosa de los profesionales, como lo muestra la obra de Pero Menino:

Don Fernando, pello graça de Deus Rey de Portugual e dos Alguarves, mandou a min Pero Minino, seu falcoeiro, que lhe fizesse hù livro de falcoaria, no qual fosse escrito e declarado todas as doenças dos falcões e os nomes dellas (Manuel Rodrigues Lapa (ed.), Pero Menino, Livro de falcoaria, Coimbra: Universidade, 1931, p. 1).

en mais breve què diz que o livro de João Martìz Perdigão, que foy falcoeiro del rey don Denis (Lapa (ed.), Livro de falcoaria, p. 67).

2 El ms. II-1366 de la Biblioteca del Palacio Real (Madrid) contiene una receta extraída de la obra de Sahagún:

Recepta de Johan de Çahagún. El falcón que tiene plumas viejas farás esto que se sigue: toma cana fístola preparada tanta como una avellana puesta en un coresuelo delgado o tela e dárgelo has a tu falcón e luego la fará. (fol. 83v)

Esta receta también se encuentra en el manuscrito 1464 de la Biblioteca Nacional de España:

Joan de Sagund. Para el falcón que tiene plumadas viejas farás esto que se sigue: canya fístola preparada como una avellana puesta en un corezillo delgado o tela et dárg[e]lo has a tu falcón et luego la fará. (fol. 147v-48)

Pero no es más que una simplificación de lo explicado en el capítulo 26 del segundo libro. El último manuscrito atribuye a Sahagún otra receta:

Si quisieres purgar bien tu falcón darle has esta purga (Joan de Sant Hagund): tomar del rasis poco más que una píldora, et tomar dos píldoras de regimiento e una de gárico, molido todo en uno et amassado con la miel rosada, et fazer de todo ello una píldora tamaña como una avellana et con ésta purgará bien tu falcón (fol. 148)

que también presenta el manuscrito de la Biblioteca del Palacio Real, aunque no se la atribuye a Sahagún. No se trata de una paráfrasis o simplificación, como en el caso anterior; sencillamente ni en la obra de Sahagún, ni en las Glosas de Beltrán de la Cueva existe esta receta. Gutiérrez de la Vega (Libros de cetrería de el Príncipe y el Canciller, Madrid: M. Tello, 1878 (Biblioteca Venatoria Española, 3), p. 345-53) publicó, como apéndice, en su edición del Libro de la caza de las aves las recetas que aparecen al final del manuscrito de la Biblioteca Nacional de España y dio cuenta de la similitud de contenido entre ambos manuscritos, cosa no advertida por John Cummins (Pero López de Ayala, Libro de la caça de las aves: el ms 16.392 (British Library, Londres), Londres: Tamesis, 1986) ni Madelaine Montandon-Hummel (Pero López de Ayala, «Libro de cetrería»: edición basada en los códices del siglo XV. Basilea: Discount Print, tesis doctoral, 1986) en sus ediciones. Véase la sección dedicada a Recetas varias.

3 José Gutiérrez de la Vega, Libro de Johan de Sant Fagún, en La Ilustración Venatoria, 8 (1885): 9‑10; 17‑19; 25‑27; 33‑35; 41‑43; 49‑51; 57‑59; 65‑67; 73‑75; 81‑83; 89‑91; 97‑99; 105‑06; 113‑15; y 121‑23 y fue reeditada, mucho peor aún un siglo después al cuidado de Antonio Manzanares Palarea («Libro de cetrería» de Juan de Sahagún. Glosas de don Beltrán de la Cueva seguido del «Discurso del falcón esmerejón» del Conde de Puñonrostro, Madrid: Caïrel, 1984 (Alcotán, 1)).

4 Francisco de Uhagón, Libros de cetrería del canciller López de Ayala, de Juan de Sant-Fahagún y de don Fadrique de Zúñiga y Sotomayor, Madrid: Ricardo Fe, 1889 (reimpr.: Madrid: Blázquez, 1984 (Libros Raros de Caza, 13)).

5 José Manuel Fradejas Rueda, «La originalidad en la literatura cinegética», Epos, 2 (1986): 75-88, citas en p. 79-81.

6 Hans J. Epstein, «The Origin and Earliest History of Falconry», Isis, 34 (1943): 497-509, afirmó que en los bajorrelieves babilónicos se encontraban las primeras documentaciones de la cetrería. Hoy esta afirmación está totalmente descartada, aunque algunos autores insisten, con gran lujo de detalles, en la interpretación de dicho documento gráfico como una prueba irrefutable de la práctica de la cetrería en Mesopotamia. Véase el comienzo del capítulo De los orígenes a los pueblos germánicos de la sección Historia de este Archivo.

7 Ana Mª Rico Martín («Libro de las aves que cazan» de Juan de Sahagún: edición crítica, Madrid: UNED, 1997, microfichas) transcribe saluya (p. 462).

8 Otra obra española en la que se asigna a cada tipo social una ave es el Libro de cetrería de Evangelista, pero esa atribución tiene como finalidad la crítica social, no el establecimiento de una categorización. A finales del siglo XV, en el llamado Boke of Saint Albans (1486), se establece una categorización de las aves de caza y a cada una de ella se le asocia un tipo social, del emperador al sacristán (holiwater clerke). Daffyed Evans («The Nobility of Knight and Falcon», en The Ideals and Practice of Medieval Knighthood. III: Papers from the Fourth Strawberry Hill Conference, 1988, ed. Christopher Harper-Bill & Ruth Harvey, Woodbridge: Boydell & Brewer, p. 79-99) trata de ver esta categorización en algunos tratados de cetrería, pero no es nada más que un tópico, pues la asociación de una ave de rapiña a un personaje no implica nada más que el personaje es un noble, puesto que la posesión de una ave de cetrería era un símbolo inequívoco de nobleza (véase R. S. Oggins, «Falconry and Medieval Social Status», Mediaevalia, 12: 43-55).

9 José Manuel Fradejas Rueda, «Libro de las aves que cazan de Juan de Sahagún», en Diccionario filológico medieval: Transmisión y textos, Madrid: Castalia, 2002, p. 686-89.

10 Emilio Lafuente Alcántara y Pascual de Gayangos, El libro de las aves de caça del canciller Pero López de Ayala con las glosas del Duque de Alburquerque. Madrid: Sociedad de Bibliófilos Españoles, 1869, p. 169-95.

11 En los antiguos catálogos de la Biblioteca Nacional de España se encuentra una papeleta que dice: «L-87 Beltrán de la Cueva: Advertencias al Libro de la cetrería de Juan de Sahagún». Es un manuscrito en paradero desconocido desde 1873. Lo curioso es que se encontraba dentro de una secuencia de manuscritos de cetrería: L-86, actual 3350 que contiene las obras de Juan de Sahagún, las Glosas del duque de Alburquerque, el Libro de la caza de las aves de Pero López de Ayala y el Libro de los azores; L-88, signatura moderna 3336, en el que se conserva el Libro de cetrería de Luis de Zapata y L-89, hoy día manuscrito 3379, que encierra una copia del Libro de acetrería y montería de Juan Vallés.

12 Gutiérrez de la Vega (ed.), Libros de cetrería..., p. xlii-lix.

13 Hay un evidente error de lectura, Lafuente y de Gayangos confudieron una u con una n. El manuscrito estadounidense tampoco está exento de error ya que el copista introdujo una r espúrea (encorbados), lo cual le permitió conservar la b, aunque es muy probable que en su original hubiera una u.

14 Lafuente y Gayangos (eds.), El libro de las aves..., p. 172.

Creación / última revisión: 10.06.2013