Textos clásicos
Muhammad ibn 'Abd Allah ibn 'Umar
Libro de los animales que cazan
(Kitab al-yawarih)
Introducción
Decía el rey Alfonso el Sabio en sus Cantigas de Santa María que la cetrería «e dos viços do mondo un dos mayores» (c. 366, v. 23). A este tema dedicó el rey Sabio varias de sus cantigas (nº 44, 67, 142, 232, 243, 353 y 366).
Si se acepta lo que en el siglo XIV dice don Juan Manuel en su Libro de la caza:
Por ende mandó fazer munchos libros buenos en que puso muy conplidamente toda la arte de la caça, tanbién del caçar, commo del benar, commo del pescar.
El rey don Alfonso compuso una serie de libros de caza, tanto de cetrería como de montería, aunque no se sabe cuáles fueron esas obras. Sin embargo, dos años antes de que sucediera en el trono a su padre, el rey Santo, se finalizó en Castilla la versión del Kitab al-yawarih, obra de un astrónomo y cetrero árabe llamado Muhammad ibn 'Abdallah ibn 'Umar al-Bazyar que vivió en la Bagdad de los abásidas (s. IX) cuya obra era totalmente desconocida para los arabistas, a pesar de que varias bibliografías lo mencionaban. Recientemente se ha publicado una edición del texto árabe junto con una traducción al alemán moderno.
Esta obra, que nos ha llegado conservada en dos manuscritos (Madrid, Biblioteca Nacional de España, 270 del siglo XIII y ms. V.ii.19 de de la Biblioteca del Real Monasterio de El Escorial, del primer tercio del siglo XIV). Ambos testimonios están incompletos. Al más antiguo le faltan folios en el interior y al principio, al más moderno tan sólo al principio. Son folios que, con toda probabilidad, hubieran sido fundamentales para poder identificar quién hizo la traducción.
Desde que salió a la venta en 1979, el hoy Reservado 270 de la Biblioteca Nacional de España, se ha venido atribuyendo a Alfonso X, y la realización física de la traducción se ha tratado de otorgar a Abraham de Toledo basándose en la inicial habita en la que se ve a un personaje de aspecto oriental entregando un libro a otro de aspecto regio. Aunque las pruebas a favor de tan alto patrocinio son endebles, son mucho más probables que tratar de atribuirlo a otros altos dignatarios de la época como ha pretendido Anthony Cárdenas1.
Esta obra es el primer tratado cinegético castellano del que se tiene noticias y testimonios conservados. Es una obra extensa dividida en cinco libro de varia extensión. En el primero se exponen informaciones ornitológicas (clasificación de las aves, tiempos de celo) y cetreras (amansamiento y afeitamiento de las aves de caza). Este primer libro está cuajado de referencias a Oriente Medio (Meca, Coraçen, Yatrib, Medina de Çalem, Alirach, etc.) y menudean los nombres árabes y persas trasliterados. Finaliza el primer libro con un índice de enfermedades y sus señales (signa egritudinum) que sirve de introducción al libro segundo, dedicado en exclusiva a las enfermedades internas y su cura, mientras que el tercero trata las enfermedades externas. Los dos últimos libros suponen una total ruptura con los tres primeros pues abandona el tema cetrero y se introduce en el mundo de los perros y otros cuadrúpedos, como los leopardos (con más probabilidad sean los guepardos, que sí son domesticables, mientras que los leopardos no lo son), onzas, lobos cervales y adibes; en resumen, en el de las «bestias que caçan por sos dientes». Al igual que la primera parte de la obra, el autor la subdividió en dos temas repartidos entre ambos libros. En el cuarto se ocupa de la descripción, elección y entrenamiento de los perros y en el quinto de sus enfermedades.
Entre los dos testimonios conservados hay una gran diferencia en la disposición del texto, sobre todo en el primer libro. El ms. Res. 270 divide su primer libro en catorce capítulos mientras que el manuscrito escurialense lo hace en 205, atomismo que se vuelve a encontrar en los libros cuarto y quinto, en los que la versión escurialense presenta veintiocho y treintaidós capítulos frente a los seis y nueve del manuscrito madrileño.
De los dos testimonios conservados, el de la Biblioteca Nacional de España es, sin duda alguna, el de más bella factura, pues se trata de un manuscrito escrito sobre pergamino con letra gótica libraria con rasgos carolingios y adornado con hermosas capitales decoradas entre las que destacan las iniciales historiadas de los folios 2r, 88v, 177r y 192r, las demás representan animales, motivos florales y castillos. El primer folio encierra su texto dentro de un paisaje arquitectónico que en cierta medida recuerda el de las Cantigas de Santa María.
Este códice ha tenido, como muchas otras obras españolas, una historia azarosa y viajera. No hay noticias de este manuscrito hasta el siglo XIX, cuando Sir Thomas Phillipps, en cuya colección tuvo la signatura 11719, lo adquirió entre 1834 y 1837 del librero Payne. En la colección Phillipps, o entre sus restos, estuvo hasta que la casa neoyorquina H. P. Krauss lo puso en venta en 1979. Y ahí es donde comienza su azarosa vida viajera. Lo compró Herbert Frick (Moos, Alemania) a través de Hellmut Schumann (Zurich), quien lo ofreció a la Biblioteca Nacional en 1982. En 1984 se encontraba en manos de un librero madrileño, Porrúa Turanzas, donde lo vio José Mª; Pérez Prendes, a finales de ese mismo año se encontraba en la casa británica Sotheby's. Sin embargo, a pesar de que la prensa informó que fue adquirido a la casa Sotheby's, la realidad es que fue adquirido a Peter de Jonge en 1985.
La importancia histórica de esta obra es enorme. Desde el punto de vista meramente español es el punto de partida para varias obras de caza, bien directamente de alguno de los testimonios que debieron de existir, bien a través de otras obras, su influencia se dejó sentir entre los autores cinegéticos españoles hasta el siglo XVII. Como libro de cetrería ejerció su influencia sobre el Tratado de cetrería (s. XIV), el Libro de las aves que cazan de Juan de Sahagún (s. XV) y el Libro de acetrería y montería de Juan Vallés (s. XVI). Como libro de caza con perros fue la base de los capítulos que ciniatría del Libro de la montería (ss. XIII-XIV), y a través de él llegó al mencionado Juan Vallés (s. XVI) y a las obras de Pedro de Pedraza Gaitán y de Fernando de Hojeda (s. XVII).
Si se enmarca esta obra dentro del panorama de la literatura cetrera europea, supone una rama independiente de una amplia tradición siempre y cuando aceptemos que esta versión castellana se encuentra dentro de la tradición de los Moamines2, serie de textos cetreros de origen árabe que en todas sus ramas europeas, salvo la española, se remontan a una versión latina realizada por Teodoro para el emperador Federico II hacia 1240, una década antes de que se llevara a cabo la versión castellana.
Lo que si sabemos es que el Libro de los animales que cazan es la traducción del Kitab al-mutawakkil. Este libro lo compuso Muhammad ibn Abdallah ibn Umar al-Bayzar para el califa al-Mutawakkili (que gobernó entre 847 y 861). Desafortunadamente, no se conserva ninguna copia completa del tratado árabe original, tan solo extractos y resúmenes en tres copias de una compilación cinegética del siglo XIII (dos copias en la Biblioteca Nacional de Túnez –mss. 13464 y 15072– y otro en la Landesbibliothek Gotha (Alemania), ms. 2092) titulada Kitab al-Mansuri. Akasoy y Georges creen que el texto castellano reproduce una versión todavía más larga y original que lo que el Moamin y el Kitab al-Mansur3.
A falta de una investigación más profunda, se ha desechar totalmente que el Libro de los animales que cazan transmitido por los ms. Reservado 270 de la BNE y V.II.19 de El Escorial y lo contenido en las obras compilatarorias que constituyen el Tratado de cetrería y una parte sustancial del Libro de la montería.
Desde el punto de vista de la historia de la veterinaria es la primera obra de albeitaría escrita en español, coatánea, quizá, al Libro de los caballos (Real Monasterio de El Escorial, ms. b.iv.31); sin embargo, los datos e informaciones que contiene están aún, como en la mayoría de las obras castellanas de cetrería, por estudiar en detalle.
José Manuel Fradejas Rueda
Creación / última revisión: 07.12.2015
1 Se ha montado un pequeño enredo con respecto a la atribución de la traducción de esta obra a Alfonso X. Se ha pasado de considerarla alfonsí al polo opuesto, todo de la mano de un mismo investigador: Anthony J. Cárdenas en una serie de artículos («A Disregarded Medieval Spanish Version of the Book of Moamin: Date, Authorship and Other Problems Posed», Manuscripta, 30 (1986): 4-5; «Libro de las animalias que caçan: Is it Alfonso X’s?», La Corónica, 15 (1986-87): 85-86; «A Medieval Spanish Version of the Book of Moamin: Observations on Date and Sponsorship», Manuscripta, 31 (1987): 166-80)) y su edición en microfichas (The Text and Concordance of Biblioteca Nacional Manuscript RES. 270-217: «Libro que es fecho de las animalias que caçan», the «Book of Moamin». (Madison: Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1987 (Spanish Series, 38). El gran problema de estos trabajos es que a veces se refiere a un manuscrito, el Reservado 270 de la Biblioteca Nacional de España (Madrid) y otras a la obra en sí, es decir, confunde el texto y el manuscrito en que se conserva.
2 Martin-Dietrich Glessgen, Die Falkenheilkunde des «Moamin» im Spiegel ihrer «Volgarizzamenti»: Studien zur Romania Arabica. Tubinga: Niemeyer, 1996 (Beihefte zur Zeitschrift für romanische Philologie, 269-70), p. 36.
3 Muḥammad ibn Abdallah al-Bayzar, Das Falken- und Hundebuch des Kalifen al-Mutawakkil: ein arabischer Traktat aus dem 9. Jahrhundert, Anna Akasoy y Stefan Georges (eds.), Berlin: Akademie Verlag, 2005, p. 30.