Textos clásicos
Luis de Zapata
Libro de cetrería
Introducción
Luis de Zapata compuso su Libro de cetrería, como hiciera Pero López de Ayala, mientras estuvo preso, éste en Óbidos (Portugal) y aquél en Valencia de la Torre (Extremadura), casi dos siglos después.
Nos ha llegado en tres manuscritos, todos ellos de la Biblioteca Nacional de España (mss. 3336, 4219 y 7844), de los que el 7844 parece ser el original apógrafo que incluye un prólogo autógrafo de Zapata así como numerosas correcciones de la misma mano que, en ocasiones, llegan a ser de folios completos. Todos los manuscritos incluyen al final una tabla «De nombres propios de personas, sierras, ciudades, pueblos, montes, ríos contenidos en este libro. Tabla copiosíssima» (ms. 7844, fols. 360v-394v).
Es una larga composición, más de ocho mil quinientos endecasílabos de rima encadenada o leonina, es decir, un verso rima como el hemistiquio del siguiente, repartidos en 159 capítulos en los que trata, de manera aparentemente desordenada, todos los temas de la cetrería: elección, entrenamiento, cuidado, enfermedades, accidentes y su cura, entre los que intercala anécdotas acaecidas al autor o a conocidos del autor, e incluso algunas que recuerdan las aventuras de otros cazadores pasados de las que ha tenido conocimiento a través de sus fuentes escritas:
escrive un autor d’ellos en sustancia
que del rey hijo en Francia uno tenía
al tiempo que bivía el rey don Pedro
con que (y nunca me arriedro de lo cierto)
dozientas avía muerto en un invierno
sacre era [...] (vv. 5621-26)
que es recuerdo de lo que López de Ayala dice sobre un curioso esmerejón:
E yo vi un esmerejón a don Felipo, fijo del Rey de Françia, duc de Borgoña e conde de Flandes, que le enviara la duquesa de Bramante, e dezíame que en aquel invierno, que lo yo viera, avía tomado dozientas perdizes o más, e era sacre de su plumage (cap. 43)
La influencia de López de Ayala no se limita a estos recuerdos anecdóticos, sino que es mucho más acusado de lo que a primera vista pueda parecer. Sin embargo, su influencia queda muy difuminada al haber adoptado la forma de poema. Baste comparar las explicaciones de Zapata referentes a "la hinchazón entre cuero y carne":
Pues bolviendo la mano a mis halcones
si tienen hinchazones de ligero
entre la carne y cuero por el pecho
que algún ave le á hecho, o grúa o cerceta,
tú, con una lançeta con buen tino
se la abre, y con vino bien cozido
a donde ayan hervido ençiensos verdes
le lava, y haz te acuerdes que del viento
se guarde en aposento muy caliente.
Y así, muy brevemente, estará bueno (cap. 104, vv. 5980-89)
con las de López de Ayala en su Libro de la caza de las aves:
Esta inchazón que es entre el cuero e la carne, de que este capítulo fabla, acaesçe assí: que quando los falcones son lançados a aquellas prisiones que a menudo suelen ser lançados como a grúa o a liebre o a perdiz, algund can trava del falcón y rónpele el cuero; o puede ser que de la caída que cae con la garça o con grúa rónpesele el cuero, o bien puede ser que la garça o la grúa lo fiera, assí que por aquel logar que es assí el cuero roto, fínchese todo el falcón o parte del viento, e paresçe muy feo; e aquel que esto non vio parésçele cosa estraña e espántase d’ello.
E esto es una cosa muy ligera de curar, e cúrase assí: si vieres que non tiene otra llaga salvo que el cuero tiene assí finchado e levantado, toma una lançeta muy aguda e rónpele aquellos logares do el viento assí está, e luego saldrá todo el viento. E toma el alosna, que es asenxo amargo, con el vino blanco, e cuézelo en uno, e caldéale bien aquellos logares que vieres que tiene la finchazón, e tenlo en logar caliente e sin viento, e luego será sano, e caldéagelo assí algunos días fasta que veas que se le tira un color malo de que el cuero esta assí señalado (cap. 32)
El escribirlo como poema es algo que le criticó a Zapata su hijo, según nos cuenta el mismo autor en el prólogo: "por quanto viendo esta obra en verso fue reprehendida del claro juizio de mi hijo diziendo que eran enbaraço y superfluos para caçadores los adherentes de la poesia" (ms. 7844 de la Biblioteca Nacional de España, fols. 4v-5r)1. Sin embargo, él mismo explica las razones por las cuales prefirió esta forma literaria porque:
Muchos de muchas cosas han dado preceptos en verso porque sea a los oyentes la dotrina más dulçe: el arte poética de Horatio, el de la gramática de Antonio, la agricultura de Virgilio, Fracastorio de morbo gallico, Iginio de astrología, Arato de huertas, Salomón sus proverbios (Prólogo, fol. 5v)
lo que revela un autor sumamente culto.
La obra está aparentemente desordenada. No sigue el orden clásico de informaciones ornitológicas y cinegéticas en una primera parte y las veterinarias en la segunda, sino que entremezcla capítulos ornitológicos y venatorios con capítulos médicos y farmacológicos. Sin embargo, este desorden encierra una cierta lógica constructiva, pues un capítulo puede imponer el contenido del siguiente, aun cuando la línea temática general nada tenga que ver. Así, los capítulos 40 a 65 están dedicados a los halcones gerifaltes, pero entre ellos hay varios capítulos (cap. 48, 59-64) cuyo contenido nada tiene que ver, en principio, con los gerifaltes. Así, tras hablar sobre el «gerifalte milanero» (cap. 58, vv. 3620-67) introduce cuatro capítulos sobre los males de las manos (caps. 59-62, vv. 3668-3745). Estos cuatro capítulos vienen introducidos porque:
de dar grandes porradas a los milanos
hinchárseles las manos a estos suelen (vv. 3668-69)
a estos sigue otro sobre la "nuve en el ojo" (cap. 63, vv. 3748-65), el cual viene forzado porque el remedio que se aplica para curar las cataratas a los halcones se debe a "Escobar, sabio y diestro en cetrería" (v. 3736), que es el autor de la receta para "las soletas de los halcones" (62, vv. 3714-47) expuesta en el capítulo anterior. Vuelve a los males de las manos ("De clavos en las manos", cap. 64, vv. 3768-88) y a los gerifaltes ("De los gerifaltes torçuelos", cap. 65, vv. 3889-3932), y concluye
que al de Gibraleón por mí fue dado
con un ojo quebrado; fue, por cierto,
mejor después de tuerto que antes era (vv. 3930-32)
lo cual fuerza Zapata a tratar el tema del "ojo quebrado" (66, vv. 3933-63). Parece que Zapata ha compuesto su Libro de cetrería con el mismo estilo que sus versos, encadenados, pues, por lo general, cuando un capítulo supone una ruptura temática, ésta viene impuesta por algo que se dice en el capítulo anterior, normalmente en los últimos versos. Así, la tirada sobre el gerifalte finaliza con el capítulo 72, titulado "De las tulliduras de las aves" (vv. 3964-4022), tema que viene forzado por la mención de «la hienda de lagarto» en el último verso del capítulo anterior.
En cuanto a posibles novedades que Zapata haya podido introducir entre las informaciones que ofrecen los libros de cetrería hay una serie de capítulos, entreverados a lo largo de todo el poema, en los que trata temas tan dispares como la disputa entre la cetrería y la montería (cap. 103, vv. 5936-79) ya presente en Vallés (I. 2), qué hacer cuando el tiempo atmosférico no es propicio para salir a cazar (cap. 101, vv. 5479-5532), la introducción de la caza de los milanos (cap. 3, vv. 172-232), una sucinta historia de la caza de cetrería (cap. 2, vv. 145-171) e incluso del número de personas que han de tomar parte en una partida de caza ("De los caçadores para una caçería", cap. 32, vv. 2124-71) o sobre las cualidades de los caballos para la caza ("De roçines de caça", cap. 153, vv. 8228-8323)2.
Pero no solo es un libro de cetrería lo que Zapata ofrece. Va mucho más allá y en ocasiones nos encontramos ante un cronista:
el conde de Alcaudete valerosso,
aquél bueno y famoso que primero
tomó a Tremecén fiero con sus gentes,
y amigos y parientes, sin persona
de la real corona ir en su ayuda;
que de la infiel, y cruda y fiera gente
defendió fuertemente a Orán por guerra;
que a Argel yendo por tierra no tenía
a toda berveria hasta que él
yendo a tomar a Argel com poca gente,
la bárvara simiente sarracina
que cubría la marina y la montaña
como quando lo baña el agua todo
que lo pone de lodo y que lo anega
en una cruel refriega mostruosa,
lavó en sangre preciossa nuestra crisma
adonde la morisma sin templança
vino a mojar la lança como en lirio
en el santo martirio esclarecido
en tanto el confundido de alboroto
atrevesado y roto de mil hierros,
pidiendo de sus hierros venía al cielo
puso en el duro suelo la hermosa
cara como una rosa colorada
con su muy plateada barva blanca.
¡O tierra de fe manca! ¡O seca arena!
así abierta la vena al rico estambre
gozaste de la sangre más honrada
que nunca ciñó espada. Mas no cierto
del noble cuerpo muerto que traído
fue a Orán y redimido al fin por oro
como Hector y de un moro rescatado
tal es la suerte y hado, los valientes
un día espantar las gentes y otro día
verse en la tierra fría abandonados
de perros, y ganados y vil gente
hollados juntamente; y de un raposso
como un río poderoso en esta vida
que llega el avenida a las montañas
y lleva las cabañas y las peñas
y a las tristes aceñas haze injuria
y luego que su furia cruel traspasa
una muger lo passa sin mojarse (cap. 102, vv.5740-81)
José Manuel Fradejas Rueda
Creación / última revisión: 07.12.2015
1 Por esta misma época, fines del siglo XVI, en unos Diálogos de la montería (Duque de Almazán (ed.), Diálogos de la montería: manuscrito de la Biblioteca del Palacio de Oriente, Barcelona: el autor; impr. Instituto Gráfico Oliva de Vilanova; reimpr. Madrid: Aldaba, 1991) uno de los interlocutores, Montano, critica a los autores que escribieron sus libros de caza en verso porque "más pretendieron adornar sus obras de elegançia que de curiosidades de caça" (p. 51).
2 Juan Manuel en su Libro de la caza hablaba del número de pájaros que todo buen cazador ha de llevar (dieiciocho como mínimo), pues si no llevaban esa cantidad los señores "caçarían com[o] otro omne, mas non como pertenesçe caçar al grant señor" (cap. 11).