Historia
de la cetrería

LA DECADENCIA

LA EDAD MODERNA

Durante el Renacimiento la cetrería conserva aún su esplendor y cierta primacía sobre las armas de fuego y otras técnicas venatorias y signo de ello son los cuatro tratados que se compusieron a lo largo del siglo XVI, tratados que incluso llegaron a conocer las prensas como el Libro de cetrería de caza de azor de Fadrique de Zúñiga y Sotomayor (Salamanca, 1565) o el Arte de caça da altaneria de Diogo Fernandes Fe-rreira (Lisboa 1616), lo cual también se ve por la preferencias juveniles del herdero del emperador Carlos V, el futuro Felipe II, quien, según cuenta en sendas cartas de 1540 y 1541 su maestro Juan Martínez Silíceo, el príncipe «sale dos veces al campo cada semana, una con halcones y otra los sábados a Nuestra Señora de Atocha» (Alvar Ezquerra 2001: 28) y «va un día en la semana a caza con los halcones y ha habido días de buenos vuelos. Aunque huega mucho en lo de la ballesta, cuando no puede gozar de aquello, huelga con los halcones y de cualquier manera que sea en el campo» (Alvar Ezquerra 2001: 30) y algunos viajeros dan cuenta demorada de algunas jornadas cetreras de la casa real española, como la partida a la que Fernando el Católico llevó a su yerno, Felipe el Hermoso, cuando éste y su esposa, la princesa Juana volvieron a Castilla en 1502 para ser jurados como herederos por las Cortes:

El jueves, 16 de dicho mes, el rey llevó al príncipe al campo, y le mostró su manera de cazar pájaros. El rey tiene la costumbre de ir dos veces a la semana al campo y, desde por la mañana, que monta a caballo, no vuelve hasta la noche, haga el tiempo que haga, y no ce-sa de volar sus aves de cetrería. Y, si el tiempo no es muy malo, hay ciento viente halco-neros, y cada uno lleva un halcón de los cuales maneja él casi siempre la mayor parte. Y, llegando al campo, hace poner a cada uno en su sitio, lo más lejos que puede. Y, encuentre lo que sea, milanos, garzas reales, perdices u otros pájaros, lanza contra ellos tres o cuatro de diversas especies y hace volar a todos de una vez, y no maneja ningún hombre esas aves, más que los halconeros. El rey y toda su gente no intervienen, aunque vean una cosa propicia (cit. Ceballos 2002: 76).

A pesar de ello, el fin se aproximaba lenta e inexorablemente, de manera que en España la cetrería siguió su camino lánguido, en el tratado de Gregorio Tapia y Salcedo apenas si ilustra que el cosa muy cara y reservada, por lo tanto, para el rey:

CAPÍTULO XXVI. De la caza de volatería. De los exercicios más generosos de la gineta es la cetrería o volatería; para el qual (además de tantos preceptos como necessita) es menester gran diversidad de pájaros de partes muy remotas, que assí la dificultad de juntarlos, como el gasto excesivo de mantenerlos, haze este exercicio sólo dirigido para príncipes muy poderosos; y del mismo se colige quan reales, y quanto gusto promete. Su Magestad, Dios le guarde, tiene compañía de cazadores, y por capitán della un señor de la primera nobleza; y en Castilla se ha conservado siempre de muchos años a esta parte (1643: 111).

aunque se sigue legislando, más por tradición que por una práctica real como es el caso de reservar las perdices y las liebres para los caballeros aficionados a la cetrería y a los galgos, como se expone en las ordenanzas de Mérida dadas en 1677:

Por cuanto en la tierra rasa que está cerca desta ciudad se crian liebres de gusto para algunos cavalleros y personas principales que las han a caçar con galgos, y asimismo se crian en ella algunas perdizes de entretenimiento para los que tienen açores, alcones y otras abes, ordenamos que no se cazen las dichas liebres ni perdices con arcabuz, ni redes (cit. Ceballos 2001: 77).

Sin embargo, la cetrería estaba avocada a la total desaparición, la cual vino con el real decreto de Fernando VI (16.XII.1748) por el que se ordenó la extinción de la Real Caza de Volatería y el Real Cuerpo de Halconeros de la Casa Real; según Antonio de Castro el rey llegó a esto «atendiendo a las muchas quejas que sus vasa-llos de los alrededores de Madrid le habían presentado respecto de los muchos gravámenes y perjuicios que el ejercicio de esta real diversión significaba para sus haciendas» (2001a), estos vecinos de los alrededores de Madrid se quejaban porque, según parece, por medio de una real cédula de Fernando el Católico, datada el 11.IV.1478, se estableció en los Carabancheles el «aposentamiento de mis caza-dores» (de Castro 2001b: 111), pero las gabelas que los de Carabanchel tenían que pagar eran tales que el rey se vio obligado a cancelar todos los privilegios de lo que disfrutaban los cetreros reales. Con Carlos III hubo un intento de resucitar la Real Volatería, pero con una inversión y gastos menores, lo cual se evidencia por el mismo nombre de Pequeña Real Caza de Volatería, de la que se sabe por medio de un memorial, sin fecha, debido al duque de Frías (de Castro 2001a) y que un pequeño grupo ha resucitado bajo el título de Gremio de Halconeros de la Real Caza de Volatería. En Portugal se mantuvo la Real Falcoaria en Salvaterra de Magos hasta el siglo XIX, siendo los cetreros que allí trabajaban desde 1685 proceden-tes de la ciudad holandesa de Valkenswaard (Falcoaria: 104-05).

Desde ese momento la cetrería se convierte en algo erudito, en algo de épocas pasadas, pero que seguía teniendo un toque exótico ya que afluían las noticias de su práctica en los países islámicos. De manera que a lo largo del siglo XIX comienza la labor de rescate y coleccionismo de los viejos tratados medievales, no solo de cetrería, sino de caza en general con autores como Enrique de Leguina, Francisco de Uhagón o José Gutiérrez de la Vega. Así, en 1869, la Sociedad de Bibliófilos Españoles publicó por primera vez el Libro de la caza de las aves de Pero López de Ayala, que sería reeditado diez años después, en 1879, por José Gutiérrez de la Vega, un político conservador que se preocupó de recuperar esos antiguos libros bien publicándolos en gruesos volumenes de su Biblioteca Venatoria Española, como hizo con los libros de Ayala y Juan Manuel o bien en el periódico quincenal La Ilustración venatoria, y en 1899 en, Lisboa, se imprimió la primera edición moderna del Arte de caça da altnaria de Ferreira (la última es de 2006 y con anterioridad hubo una traducción al inglés).

El siglo XX en su primera mitad no tuvo mucho más interés por la cetrería. Algún libro y artículo escrito por el duque de Medinaceli (1916, 1927, 1940, 1944), pero más como cosa curiosa e histórica que como práctica real, si se exceptua el uso del gran duque (Bubo bubo) para atrapar otras rapaces; así, Javier de Ortueta, que presenta un panorama de la caza en Castilla en el primer tercio del siglo XX, dice que «la cetrería es hoy caza exótica, que pasó a la Historia. Yo no la he presenciado nunca, pero he oído referir a amigos, buenos cazadores, que hace algunos años había en una de las provincias de Murcia o Alicante algunos halcones educados» (1934: 20). Esta línea historicista es la que presenta el primer artículo que sobre cetrería se publica en un revista de caza española (Zapatero López 1945). Años más tarde, en 1954, se da a conocer el gran divulgador y difundidor de la cetrería, Félix Rodríguez de la Fuente, al publicar dos breves, pero entusiastas artículos, sobre la cetrería y su práctica. En estos dos primeros artículos aún no conocía los textos clásicos medievales castellanos, como se evidencia por el hecho de que a las lonjas las designe como trahilla y traílla, al tornillo como doble anillo y cimbel al señuelo. A partir de esos momentos la cetrería va ganando adeptos que se encuentran por toda España (Aspe, Barcelona, Estepa, Madrid), hay unos primeros intentos de crear un Club Cetrero e incluso se creó un Centro de Cetrería en Burgos dependiente del Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caza (Rodríguez de la Fuente 1956). Sin embargo, es un libro posterior, El arte de cetrería (1965 y 1970) el que crearía escuela y se ha mantenido como el libro de cabecera de los cetreros españoles, a lo que hay que añadir los inolvidables programas de la serie televisiva El Hombre y La Tierra. Por esta época empiezan a surgir los clubs de cetrería. Según parece el primero lo fundaron Vital Aza y Félix Rodríguez en 1954 junto con una escuela de cetrería y en 1975 se fundaría la Asociación Española de Cetrería (Sánchez Martín 1995) que en el año 2001 se fusionaría con la Unión Española para la Defensa de la Ce-trería y las Aves de Presa (UEDECA), fundada en 1995, y darían lugar a la Asociación Española de Cetrería y Conservación de Aves Rapaces (AECCA). Muchos otros clubs regionales y locales ha surgido por toda España (puede verse una relación en Ceballos Aranda 2001: 325-31).

Aunque el ICONA se encargó durante estos tiempos de reglamentar la cetrería y de facilitar las aves a los cetreros españoles, la cetrería vivió unos momentos ambiguos y de leyes contradictorias. La ley de caza de 1970 aceptaba la cetrería como una modalidad más de caza y en una orden de 1972 se dictaban las normas sobre la posesión y utilización de aves para la cetrería, pero en 1973 las aves de presa fueron declaradas especies protegidas (decreto 2573/73), por lo que se venía a establecer la ilegalidad de la posesión de las mismas para la cetrería. Por lo que en 1976 se publicó un decreto (994/76) se permitió el desnide de un número determinado de pájaros cada año para la práctica de la cetrería y sería la Junta Nacional para la Conservación y Control de las Aves de Presa, dependiente del ICONA, creada por medio de una orden de 6.V.1977, la que estableciera qué pájaros y en qué zonas se podían desnidar. Todos estos pájaros van a parar a los socios de la Asociación Española de Cetrería, aunque son muy pocos los asociados que logran acceder a uno de ellos.

Con este ambiguo estatus se mantuvo la cetrería hasta 1989 (ley 4/89 y decreto 1095/89), momento fatídico que estuvo a punto de proscribir para siempre la cetrería en España, pues la prohibió por ser un método cinegético masivo y no selectivo y también por la aplicación sumamente restrictiva de la legislación sobre la tenencia de especies protegidas. Tuvieron que pasar varios años hasta que en junio de 1995 una sentencia del Tribunal Constitucional vino anular los artículos que prohibían, directa e indirectamente, la cetrería y dejaba en manos de cada comunidad autónoma la regulación de la cetrería.

A pesar de no estar aún perfectamente regulada la cetrería en España, la verdad es que nos encontramos ante una modalidad deportiva que cada día tiene más adeptos y que se abre cada vez más a la sociedad, por medio de certémenes (Sky-trial, Jornadas del Norte de españa, campeonatos regionales, nacionales e internacionales de diversa índole) y exhibiciones de cetrería y arte cetrero y numerosas publicaciones tanto de textos antiguos (Juan Manuel 1945, Juan Vallés 1947 (parcial), Zúñiga y Sotomayor 1953, López de Ayala 1959, Juan de Sahagún 1984, Moamín 1987, Evangelista 1992, Juan Vallés (completo) 1994) como obras modernas Enrique Fernán-González 1985, Diego Pareja-Obregón 1985, Juan Carlos Gil Cubillo 1985, Andrés López 1997 y Javier Ceballos Aranda 2002) y que muestran que la cetrería, un viejo deporte tradicional, que cuenta con más de 1.500 años de práctica casi continuada en la Península Ibérica, y que entonces sólo podían practicar los nobles y hoy está al alcance de todos aquellos que se quieran comprometer, se ha de conservar y pontenciar como cualquier otro legado artístico y cultural de la tradición histórica española.

De hecho se ha protegido como un elemento del patromonio cultural español gracias a que la UNESCO la ha incluido entre los elementos del Patrimonio Intangible de la Humanidad.

Creación / última revisión: 05.06.2011